El amor no vence al odio pero ayuda
Las marchas de ayer, un mensaje contra el vale todo. La retórica cavernícola, sostenida por la heterodoxa baja de la inflación. Las billeteras virtuales libertarias, en guerra contra el impuesto a los Ingresos Brutos en Santa Fe. La obsesión presidencial con la pedofilia.
Con su verba paleozoica en Davos y la previa amenaza de persecución a sus entrañables zurdos hijos de puta, el presidente Javier Milei logró lo que parecía imposible en estos días: que el pueblo argentino recuperara su inigualable gimnasia de movilización, con el plus de hacerlo en una de las jornadas más tórridas del verano. Sólo la selección nacional de fútbol con la Copa del Mundo logró una hazaña semejante, podrían jactarse el profeta de la Revolución Liberal, sus buenazos discurseadores Santi Caputo, Agustín Laje y Nicolás Márquez, y los Gordo Dan de la vida.
Los centenares de miles de personas que marcharon en todo el país pusieron en evidencia que, al menos, para un segmento significativo de la sociedad sí es determinante el respeto irrestricto por el proyecto de vida del prójimo. Y también del propio. Un aviso también para algunos peronistas posta posta que en su sobregiro presuntamente doctrinario pretenden que desde 1945 hasta aquí nada cambió.
Eso no implica, en modo alguno, incorporar sin discusiones las agendas del movimiento de mujeres y diversidades en sus diferentes expresiones. Tampoco impide una revisión crítica del feminismo desde su irrupción volcánica en los últimos años. Ahora bien: ¿no se supone que eso debe hacerse con cualquier fenómeno político y social?
No es arriesgado calcular que, salvo un núcleo muy minoritario, el masivo voto que hizo presidente a Milei no incluía la vocación de cazar comunistas reales o imaginarios, tratar de pervertidos a los gays y lesbianas o reducir las penas a los femicidas. La demanda central fue nítida: bajar la inflación.
Allí, y no en delirantes batallas culturales, está la clave de la popularidad que conserva el León libertario. Claro que, para el jefe de su odiado Estado argentino, era necesario hacer morisquetas en los foros internacionales así lo veían Donald Trump y Elon Musk. Sabrá él si el precio a pagar valió la pena.
A pesar de su retórica hiperideologizada, Milei demostró con su política antiinflacionaria que cuenta con abundantes dosis de pragmatismo. Tiene intervenido a través de los resortes estatales todos los precios básicos de la economía: atrasa el tipo de cambio, pisa las paritarias, administra los tarifazos y siguen las firmas, para revolcón en la tumba de la Escuela Austríaca íntegra.
Prometió que en su gobierno se reducirían todos los impuestos, pero no hizo más que subirlos, salvo aquellos que afectan a los más ricos, como ocurrió días atrás con los autos de lujo. Un abrazo fraterno a los monotributristes, como el autor de esta nota, que deberán pagar más a partir de este mes.
La bandera de la baja impositiva fue enarbolada la semana pasada por las empresas de billeteras digitales que forman parte del ecosistema libertario. Acusaron al gobierno de Maximiliano Pullaro de aumentarles la presión fiscal vía Ingresos Brutos. El ministro de Economía santafesino, Pablo Olivares, les contestó con dureza y luego el propio mandatario redobló la apuesta.
Más allá del debate puntual, que en favor de los contendientes es áspero pero rico, hay un aspecto estructural que debe ser observado. Según el último informe oficial disponible, el impuesto a los Ingresos Brutos recaudó, acumulado a noviembre de 2024 y en números redondos, 1 billón y medio de pesos, casi el 90% de los recursos tributarios provinciales. En ese mismo período, el gasto en remuneraciones fue de 2 billones y medio de pesos. Traducido: con ese gravamen se pagó más de la mitad de los sueldos públicos.
Antes de que alguien salte con la berretada de los noquis y todo ese blablerío infame, valga la aclaración: los tres ministerios con mayor presupuesto son los de Educación, Seguridad y Salud por la obviedad de que son las tres carteras con más personal. Dicho de otro modo: si se baja o elimina el impuesto a los Ingresos Brutos, ¿quién va a pagar los sueldos de docentes, asistentes escolares, policías, penitenciarios, médicos y enfermeros? ¿El Espíritu Santo?
Las multitudes que se agolparon ayer en las plazas de todo el país lo hicieron también para dejar algo en claro: ni gays, lesbianas y trans ni el Estado son un pedófilo entrando a un jardín de infantes con los chicos encadenados y envaselinados.