El último que prenda la luz
Suenan alarmas por todos lados ante la inminencia del calor y los cortes de luz con tarifas descomunales. La generación de energía, lastimada por el fin de la obra pública y el sacrosanto superávit. La EPE, el fantasma privatizador y la maniobra distractiva de los “privilegios”. ¿Serán los apagones el tema del verano?
En medio de los sainetes políticos que gusta protagonizar el profeta de la Revolución Liberal, el presidente Javier Milei, incluido su inolvidable discurso en la ONU, se recorta en el horizonte un problemón de esos que sacuden la estantería: la posibilidad muy concreta de un verano tórrido con abundantes cortes de luz.
En junio se encendió la primera alerta amarilla. El portal especializado Econojorunal publicó un informe de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Camessa) en donde se advertía que la capacidad de generación de energía del país, atrofiada por la paralización de la obra pública, no cuenta con la capacidad suficiente para afrontar la alta demanda prevista para la temporada estival abrasadora que se viene.
La semana pasada, fue el propio jefe de Gabinete de la Nación, Guillermo Francos, quien se declaró encima al admitir que el gobierno estaba armando un esquema de cortes programados, en un involuntario homenaje a Raúl Alfonsín, a quien Milei boxeaba imaginariamente en las mañanas. Al día siguiente, el secretario de Energía Eduardo Rodríguez Chirillo lo desmintió y generó, así, otro episodio del carnaval de desacoples e internas que caracteriza a la gestión libertaria.
El viernes, en Clarín, Marcelo Bonelli dio detalles de otro paper “confidencial” de Camessa. Dice lo siguiente: “Primero, que la oferta de electricidad en el verano será en promedio -en los picos mucho peor- un 13% inferior a la que se necesita para que no haya cortes. Segundo, el informe confirma que Brasil no va a poder entregar 2.000 mega por la sequía, y que Bolivia tampoco ayudará por no tener contrato con Argentina. El tercer punto es ‘power’. Cammesa hace una referencia a las múltiples obras que se frenaron para engordar el superávit fiscal. Equivaldrían a unos 3.300 megavatios”. Bingo.
Quizás sea esta tormenta perfecta en ciernes, a la que se suman aumentos tarifarios siderales, lo que llevó al gobernador Maximiliano Pullaro a agitar nuevamente, a través de filtraciones a los medios, el espantajo de las privatizaciones de las empresas públicas santafesinas. Por supuesto que, cuando fue consultado en on por este punto, no ratificó ni negó esa intención, pero se ocupó de colorear su retórica con la necesidad de “eficiencia” y el fin de los “privilegios”, a tono con lo que sugieren los focus groups del influyente secretario de Comunicación, Luis Persello. ¿Logrará derivar el previsible malhumor social por los cortes de luz con boletas dolorosas hacia la bolsa de trabajo de los empleados de la EPE? Puede fallar.
Hay coincidencias entre los consultores de opinión pública en que el gobierno de Mauricio Macri comenzó a flaquear en la mirada ciudadana cuando arremetió con tarifazos y recortes jubilatorios. Milei y Pullaro, con modos y contextos diferentes, hicieron lo propio. La historia no tiene por qué repetirse de manera idéntica pero no deja de ser un antecedente considerable a tener en cuenta.
En medio de un océano de pobres e indigentes, tal como reveló días atrás el Indec, los apagones pueden ser, paradójicamente, los que iluminen la etapa del hartazgo popular ante el ajuste interminable y atroz.