Por Máximo Rolón

En 1896, la Escuela Normal Provincial de Maestro (ubicada en lo que hoy sería la intersección de las calles Tucumán y Urquiza) tenía como regente a Alejandro M. Giménez, quien designó un nuevo profesor para que diera "ejercicios físicos" en sexto grado: un joven maestro tucumano de nombre Agenor Albornoz, quien hablaba con entusiasmo de un nuevo deporte que había visto practicar a un grupo de ingleses del Ferrocarril Central Argentino de Rosario, y solicitaba practicarlo en la escuela.

Una vez aceptada la propuesta del maestro tucumano se empezó a juntar dinero para poder conseguir lo necesario para la práctica de ese nuevo deporte. Hicieron un pedido por un total de 46 pesos a la casa Gath & Chaves (una suma que costó 17 meses poder reunirla), pero cuando el envío llegó hubo un error no menor: enviaron una pelota de rugby en vez de una de fútbol. ¿Por qué? Al conocer tan poco del nuevo deporte que querían practicar, no habían sido lo suficientemente precisos para explicar qué necesitaban.

Se intentó durante un tiempo practicar con esa pelota de rugby, pero viendo que era imposible enviaron la pelota a Buenos Aires y le solicitaron a Gath & Chaves que esta vez les mande un balón de fútbol (football, según los medios locales de la época).

Las primeras prácticas que se disputaron en Santa Fe tuvieron como escenario un terreno contiguo al local que ocupaba la Escuela, situada entonces en el "Chalet de Alemán", que había pertenecido a don Eugenio Alemán. Posteriormente en la Plaza Santa Coloma, enfrente de donde hoy está el Hospital José María Cullen.

La nueva cancha fue marcada, se instalaron los arcos (consistentes en dos astas de bandera) unidas en la parte superior por una cinta de color, y se niveló el terreno. Luego se les encargó a los ingleses del ferrocarril un reglamento del deporte: al no contar con un traductor, no pudo ser traducido al castellano de inmediato.

Quienes participaban habitualmente de esos encuentros eran, entre otros: José V. Oroño, Alfredo M. Bello, Francisco Bosch, Ubaldo Silva, Antonio V. Mori, Ángel Monje, Sebastían García (más tarde presidente de la Liga Rosarina), Saturnino Zárate, Cecilio Molini, Avelino Ascuénaga, Maximino Agüero, Luis Borruat, Augusto Donno, Enrique Rotta, Vicente Ingaramo, Carlos e Ignacio Costa, Nicolás Bello, Justo del Barco (quien hacía de capitán), Isaac Francioni, Alejandro M. Giménez, José E. Valle, Domingo Grilli, Javier Gentile, José A. Paez, Manuel Mougin, Fermín Spiller, Carlos Alberto Leumann, Bernardo Riveros, Tomás Beccaria, Angel Spedalieri, Ovidio y Octavio Torroija, Juan M. Galli, Marcelino Fernández, Francisco Doce, Honorio Suárez, Sexto Suárez, Salvador Morga, Pablo Rotto, Vicente y Pedro Inyaramo.

Esos son los apellidos de quienes jugaron por primera vez al fútbol en nuestra ciudad. Tomás Beccaria, quien luego integró, en el puesto de half algunas formaciones de Unión, recordó esos años en una entrevista realizada en 1922: “Durante todo ese año tuvimos que utilizar la pelota ovalada, hasta que finalmente llegaron las otras, las que se usan ahora. A esa primera pelota no la podía dominar nadie”.

Con aquellas primeras reglas se realizaron una serie de "matchs" de prueba, en los que había premios para "los más hábiles'': según los diarios de la época, los ganadores fueron los hermanos Carlos e Ignacio Costa, a quienes se les otorgó un medallón de plata.

El primer partido de la historia de Santa Fe fue entre un combinado local contra un equipo de la Escuela Análoga de Esperanza, que se disputó el 25 de mayo de 1897, con triunfo para los esperancinos. El segundo encuentro tuvo por escenario la ciudad de Coronda, donde Ignacio y Carlos Costa tenían muchas amistades, y terminaría con victoria santafesina.

Al año siguiente se concertó un partido contra los paranaenses del Colegio Nacional del Uruguay, pero, una vez llegaron los santafesinos a la Plaza de Ejercicios Físicos, el encuentro no pudo llevarse a cabo: los santafesinos no aceptaron jugar por estar "en inferioridad de condiciones". ¿El motivo? Se percataron que los rivales usaban botines, mientras ellos tenían alpargatas.

Como se había establecido un premio, el Colegio Nacional del Uruguay lo reclamó como suyo al jurado (en aquella época un jurado especial resolvía en última instancia las discrepancias), que pasó los antecedentes a un abogado, quien se expidió aconsejando que fuera declarado desierto el premio "por haber una de las partes conocer anticipadamente que solo jugaría en alpargatas".

El comentario de un diario de nuestra ciudad, haciéndose eco de esta situación, comenzaba así: "¡Nos ha vencido la civilización!".

En 1899 nuevamente se jugaría contra los esperancinos un match, bajo la dirección de Rafael Gisman. El partido duró por lo menos dos horas y se tomaron descanso cuando ambos capitanes de los equipos en común acuerdo lo solicitaban. En 1901, los santafesinos recibieron la visita del equipo más temido de entonces: el Team Inglés, de Gálvez, integrado en su mayoría por ingleses residentes y unos pocos criollos. Un año después, nacería el primer club de Santa Fe. Y recién años más tarde llegarían los dos que hoy dividen los amores y odios de la ciudad.