El ex oficial ayudante del Departamento de Informaciones D2, Eduardo Riuli, fue condenado dentro de la causa Chartier, que demostró el entramado policial, militar y judicial de la represión durante la dictadura cívico militar en Laguna Paiva.

La condena, que llegó con un falló del Tribunal Oral Federal (TOF) de Santa Fe el pasado 7 de julio, fue de seis años y seis meses por los delitos de privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos y por el delito internacional de genocidio. Prácticamente un mes después, el 30 de agosto, Riuli fue beneficiado por el mismo Tribunal con la libertad condicional, con el argumento de que ya había cumplido parte del proceso en prisión.

Tras un recurso de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Rosario (APDH), constituida como querellante, la Cámara de Casación Penal anuló el fallo del Tribunal Oral de Santa Fe, que ahora deberá pronunciarse sobre dónde cumplirá Riuli efectivamente el resto de su condena. La querella y todo el arco de organizaciones de derechos humamos de la región reclaman que sea en la cárcel común, en Las Flores, como había dictaminado la sentencia primera.

Riuli fue condenado por la “privación ilegal de la libertad agravada por el empleo de violencias y amenazas” del referente del PRT Arnaldo Catalino Páez, su esposa Juana y su hijo Mario. Durante la causa, conocida popularmente como Laguna Paiva, se pudo establecer que el accionar represivo del terrorismo de Estado continuó sobre dos hermanos de Catalino y 16 niños y niñas de las tres familias. Los sobrevivientes piden que se abra la segunda causa Chartier con la indagatoria de los seis condenados, incluyendo la convocatoria al ex juez Víctor Brusa. En el caso de Riuli, solicitaron su indagatoria y la prisión preventiva por 25 víctimas, entre ellas los 16 niños y niñas.

Durante el proceso judicial, Riuli tuvo prisión domiciliaria y la APDH denunció oportunamente la violación de la pena mientras estuvo imputado, lo cual se agrava por las características de Laguna Paiva, una localidad chica donde el genocida convive con sus víctimas. La única restricción que se le impuso a Riuli a partir del 30 de agosto fue no acercarse a menos de 200 metros de Juana y Mario Páez. Catalino falleció en 2016. La impugnación presentada por la APDH afirmó que la decisión del Tribunal de Santa Fe de brindarle al represor la domiciliaria fue “escandalosa” y “revictimizante” de los sobrevivientes del terrorismo de estado.

La sentencia del TOF del 7 de julio, condenó, además de a Riuli, a 16 años de prisión e inhabilitación perpetua a Germán Chartier; a cinco años e inhabilitación perpetua a Fernando Sebastián Mendoza; a seis años de prisión e inhabilitación perpetua a Rubén Oscar Insaurralde; a cinco años e inhabilitación perpetua a Antonio Gonzále y a cinco años de prisión e inhabilitación perpetua a Omar Molina; penas que debían cumplirse en cárceles comunes. Para septiembre, Insaurralde, Mendoza, González y Riuli ya tenían libertad condicional. El propio Germán Chartier murió en septiembre gozando de ese privilegio.

En el D2        

En 1980, Mario Páez tenía 14 años. Su padre, Arnaldo Catalino, que se había ido de Laguna Paiva tras el golpe de 1976, trabajaba entonces en una fábrica de ladrillos en Lima, provincia de Buenos Aires. El 15 de febrero de aquel año, Catalino estaba enfermo y había ido a comprar medicamentos a Zárate. Un grupo de uniformados ingresó al domicilio de la familia y se llevó a Mario y a su mamá, Juana, embarazada. En la casa quedaron, solos, a los hijos más chicos de la pareja. Catalino fue detenido apenas bajó del colectivo que lo traía de vuelta de Zárate. Los subieron a un camión y luego a un Falcon, hacia Santa Fe, donde la familia fue trasladada al D2, que funcionaba en San Martín y Obispo Gelabert.

Allí, Mario fue testigo de las torturas a sus padres. "A mí me hacían limpiar el edificio, mi función era barrer. Pude escuchar cómo golpeaban a la gente en la madrugada, cómo los torturaban", contó. Una noche, desde su celda, pudo ver la sala de al lado. "En una mesa chica, pusieron una máquina de escribir. La trajeron a mi mamá. Era la primera vez que la veía desde el secuestro. Estaba esposada y vendada, con un embarazo avanzado. La sentaron en el piso. Riuli la interrogó y le pegó patadas en la panza", relató. Tras la paliza, la hicieron ingresar a su celda, donde pasó la noche.

Días después, lo hicieron presenciar las torturas a su padre. "Estaba piel y hueso, lastimado de golpes, con los ojos hinchados. Me decían ‘mirá como está tu papá, contanos algo de lo que hace así no te pasa lo mismo’. Estaban el Jefe, un señor canoso de baja estatura y Riuli”, precisó. Agregó otro dato: “Cuando torturaban a mi papá ponían de fondo una canción de Palito Ortega. Siempre que ponían esa canción a todo volumen estaban torturando a alguien”.

La causa

En la década del 70', Riuli animaba bailes en Laguna Paiva. Años después, estuvo frente al micrófono en los programas radiales "La nota del día" y "La mañana y nosotras" en FM Aura 95.1, y se lo podía ver en la edición televisiva de "La nota del día", en la emisora de cable paivense. Fue su tono de voz, “particular, gruesa” junto a sus características físicas, lo que permitió que algunos de los detenidos lo identifiquen como uno de los más activos a la hora de las torturas.

La detención de Riuli, así como de Fernando Mendoza, Ángel Córdoba y Rubén Insaurralde, llegó tras una denuncia en 2014, a través del entonces secretario de Derechos Humanos de la provincia, Horacio Coutaz. Según el expediente judicial, las víctimas, en su mayoría, trabajaban en el Frigorífico Nelson y conformaban la agrupación sindical "La Lucha", una ramificación del PRT. Otras dos de las víctimas se desempeñaban en los ferrocarriles de Laguna Paiva y Villa Constitución, como integrantes del FAS (Frente Antimperialista por el Socialismo).

Arnaldo Catalino Páez fue uno de los que reconoció a Riuli como integrante del D2. Cuando declaró, explicó que "a él ya lo conocía de Paiva". El día que lo detuvieron, contó, "la parrilla estaba lista, estaba preparada, una camilla que era de fierro, toda tejida de alambre, y me estaquearon, me pusieron un cable, un alambre, cosa que la corriente pase".

Al secuestro de la familia Páez les siguieron otros ocho, en las semanas posteriores: Daniel Emilio Acosta, Roberto Manuel Soria, Ricardo Nicolás Galván, Juan Carlos Oliver, Hugo Alberto Silva, Juan Carlos Sánchez, Pedro Pablo Moncagatta y Anselmo Miranda.

Las constancias de esas detenciones ilegales forman parte de la causa y cinco de esos otros detenidos también reconocieron a Riuli. Uno de los testigos aseguró que, tras ser torturado, fue llevado a una habitación "donde estaba Riuli con una máquina de escribir, luego fue comisario de Paiva, hoy jubilado, pero yo lo conocía de antes”.