“Para poder hoy ser defendida, parece que debió haberme violado más cerca de la nueva ley”. La frase refleja el momento por el que atraviesa Rocío Sarla, de 32 años, víctima de abuso sexual por parte de su progenitor. Hoy, 27 años después de una niñez traumática, recuerda. Recuerda el dolor en el cuerpo, en la mente, en el alma. Pero para la ley es tarde.

Las hijas de un gremialista denunciaron a su padre por abuso sexual

Su progenitor (no se refiere en ningún momento a él como padre) es Agustín Raúl Sarla, actual Secretario General del Sindicato de Artes Gráficas de Santa Fe. Rocío es una mujer de 32 años que a medida que crece, empieza a tener recuerdos, imágenes, flashes de una infancia sombría en Santo Tomé. De un padre abusivo con ella y con sus respectivas hermanas, de en ese entonces 6 y 5 años de edad. Es con ayuda de terapia, con apoyo de sus seres queridos y familia, que puede hablar, pero para la justicia es tarde.

El 28 de marzo de 2021 Rocío se acercó al Área de Investigación de Violencia de Género, Sexual y Familiar de Santa Fe para denunciar a Agustín Sarla, su padre por haber agredido sexualmente a ella y a sus hermanas. En el momento de los hechos, las niñas tenían diez, seis y cinco años de edad.

En su declaración, relató: "Mi presencia es para denunciar un hecho de abuso en el cual fui víctima desde los 4 o 5 años hasta los 15 años aproximadamente por parte de mi papá. Hace dos años empecé con vagos recuerdos en los cuales veía a mi papá encima mío, tocándome con sus manos por dentro de mis ropas, o me apuntaba con armas. Pensaba que no eran recuerdos, que eran imágenes que me venían, hasta que empecé terapia con mi psicóloga".

El denunciado vive en Arroyo Aguiar. Se desempeñaba en el mismo lugar de trabajo que Rocío, en una escuela secundaria de barrio Centro, donde ella ejerce como secretaria. En una ocasión tuvo que pedir licencia psiquiátrica por no poder compartir con él el mismo entorno laboral. 

La declaración relata abusos y maltratos de todo tipo hacia Rocío y sus hermanas, así como amenazas hacia su madre, se mencionan denuncias por violencia realizadas contra el mismo hombre por la madre de la víctima y por otra mujer, una ex pareja más reciente. En el último tramo, Rocío advierte sobre su preocupación por las represalias que el denunciado pueda tomar contra ella, sus hermanas, su madre o su pareja, que también trabaja en una de las instituciones dependientes del sindicato.

El 14 de septiembre le llegó una notificación de que su denuncia fue desestimada: “Se deriva la desestimación de la denuncia por la existencia de una causal extintiva de la acción penal (arts. 273 y 289, inc. 1, subíndice a, CPPSF)”. Esto significa que pasó demasiado tiempo y para la justicia los delitos prescriben.

Según el Código Penal argentino en el art. 63 (de 1921), que estuvo vigente para el abuso sexual en la infancia hasta 2011, en el caso de abuso sexual el termino de prescripción oscila entre los 4 y 12 años.

“El fiscal nos notifica que LA CAUSA PRESCRIBIÓ, por haberse dado el abuso dentro de una fecha en donde no estaba la nueva ley vigente, donde los abusos sexuales no prescriben. Lamentablemente recordé tarde, mi mente no pudo. No estaba preparada para soportar tanto dolor y mi psiquismo bloqueó una y otra vez para poder sobrevivir”, explica con dolor Rocío.

Actualmente, existen dos leyes que permiten a las víctimas de abusos sexuales en la infancia denunciar en su adultez. La Ley Piazza (2011) impulsada por el diseñador de modas Roberto Piazza, quien fue victima de abuso sexual cuando era niño y la Ley de “Respeto al tiempo de las víctimas” (2015). Pero ambas leyes surguieron después de los abuso, y la Corte Suprema argentina en ¡1973! sostuvo que los cambios en los plazos de la prescripción están abarcados por el llmado principio de legalidad y, por lo tanto, las leyes que prolongan estos plazos y generan penas más gravosas no se pueden aprlicar retroactivamente.

Hoy en día, Rocío toma todos los días ansiolíticos para poder vivir una vida “normal”. Puede que las denuncias prescriban y sean desestimadas, pero el dolor sigue. La joven sigue esperando justicia: “Hace tres años que empezaron los recuerdos, y no puedo dormir pensando que aparece en mi habitación. Cierro los ojos, y lo siento encima mío, apretándome el pecho. No soporto el roce de la sábana, el peso de mi cuerpo sobre el colchón de mi cama. Debió violarme más cerca de la nueva ley”.