Daniel Arroyo resalta su rol como ministro de la pandemia para lograr “mantener la paz social” durante toda la cuarentena. “Cuando en unos años se haga una lectura desde la historia, se reivindicará el rol que tuvo el Estado”, postula.

Pero ya lejos del gabinete de Alberto Fernández, el hoy diputado nacional resalta que “el precio de los alimentos y la falta de oportunidad para las y los jóvenes son los dos grandes temas de la Argentina”.

Por eso viene trabajando en dos propuestas que apuntan a “crear 400 mercados centrales”, por un lado, y a “impulsar la escuela del siglo XXI” por el otro.

“No podemos desarrollar la pobreza en un país que produce alimentos, tenemos que ser capaces de tener una canasta básica accesible y me interesa trabajar por una secundaria moderna, más tecnológica, más del siglo XXI”, resume sobre sendas iniciativas.

En el caso de la inflación, sostiene además la necesidad de trabajar en “una combinación de la reducción de la jornada laboral con el salario universal”.

"Nos convertimos en una sociedad más desigual porque hoy muchas personas sostienen changas y a la vez tienen que asistir a los comedores populares. Eso antes no se veía", añade sobre el rol "cada vez más preponderante" de la economía popular.

Sobre las contienda electoral en curso, Arroyo espera “una campaña de debates y propuestas”: “Es fácil hacerse notar, pero no tanto decir algo razonable, responsable y serio”, sostiene. También reivindica las Paso. 

“Gobierne quien gobierne, no hay duda de que la economía va a ir para arriba. La cuestión es resolver cuántos de los 46 millones de argentinos van a estar adentro, y cuántos no", proyecta el diputado del Frente de Todos sobre el futuro cercano del país.

“Me interesa trabajar por una secundaria y un país del siglo XXI"

—Anduvo de recorrida durante todo el día por la ciudad de Santa Fe: ¿puede compartir un poco de la agenda que lo trajo por acá? 

—Estoy muy contento, acompañando a César Malato en recorridas que incluyeron a la Universidad Católica de Santa Fe, donde coordiné un posgrado durante varios años. Y además para presentar dos proyectos de ley, uno que tiene que ver con la instalación de 400 pequeños mercados centrales para bajar el precio de los alimentos. El otro es una reforma de la escuela que apunte a una secundaria moderna, tecnológica, del siglo XXI.

El precio de los alimentos y la falta de oportunidad para las y los jóvenes son los dos grandes temas de la Argentina.

—¿Cómo cree que deben abordarse?

—La Argentina tiene que lograr un plan antiinflacionario que vaya a lo más profundo. Que contemple el tema fiscal y los gastos del Estado. También lo monetario y la intermediación. Hay un gran tema con los créditos, porque hoy las familias están endeudadas y los productores también.

En un país donde se produce alimentos, comer tiene que ser barato. Lo que se produce en un país tiene que ser accesible para quienes allí viven. Si en un país que está inundado de petróleo la nafta es barata, entonces nosotros tenemos que ser capaces de tener una canasta básica accesible.

Y no es solo un tema de precios, sino también de calidad nutricional. Si un adulto come mal, es más o menos relativo porque ya tenemos nuestra estructura ósea y cognitiva desarrollada. Pero un chico que no come es una persona que no va a dar el peso y la talla que corresponde, ni va a lograr una estructura cognitiva: va a desarrollar la pobreza. Y no podemos desarrollar la pobreza en un país que produce alimentos.

Parto de esa base y de la necesidad de ver la intermediación donde un tambero saca el litro de leche a 90 pesos y termina a 300 en la góndola.

—¿Qué propone para terminar con la intermediación?

—Una de mis propuestas para achicarla es la de armar 400 mercados centrales en todo el país para que funcionen como referencia. Para que el productor venda de manera directa, baje el precio y opere para que el almacen o supermercado tenga una referencia. Las familias también.

El proyecto postula 400 mercados centrales y un sistema de crédito no bancario a tasa del tres por ciento anual. Busca que el productor tenga acceso a un crédito bajísimo y que le permita tener volúmen, más desarrollo y colocar sus productos. Aumentará el volumen de los pequeños productores y les permitirá vender de manera directa, favoreciendo la baja del precio.

El plan antiinflacionario implica varias cosas, entre ellas este proyecto.

—¿Y en el plano educativo?¿Cuál es su propuesta?

—En lo que hace a lo educativo, en mi opinión el gran tema de la Argentina es que la mitad de los pibes no terminan la escuela secundaria, sumado a la dificultad de los jóvenes para conseguir trabajo. En la práctica, hoy solo consiguen una motito o una bici para llevar cosas de un lado al otro y ese es su laburo como monotributista.

Por eso presenté un proyecto de ley de reforma de la escuela secundaria. Me interesa trabajar por una secundaria moderna, más tecnológica, del siglo XXI y en la que se puedan elegir algunas materias. Hoy se puede cursar más fácilmente de manera virtual. Por eso sería interesante que los alumnos tengan la parte troncal, que es matemática y lengua, además de robótica, tecnología, informática y con la posibilidad de elegir otras materias.

También propongo un sistema dual, que apunta a que en los dos últimos años el alumno estudie y trabaje. Cursando los últimos años y haciendo prácticas y pasantías en las empresas para generar escuelas de trabajo. La clave es formar escuelas del siglo XXI.

—¿Las escuelas están preparadas para este cambio?

—Creo que están bastante preparadas. Hay tres cuestiones a resolver hacia dentro del sistema educativo. La primera es crear tres mil jardines de infantes para que todos los chicos hagan sala de 3, 4 y 5 años. Segundo la reforma de la escuela secundaria. Y tercero fortalecer las universidades a partir de los desarrollos locales, es decir, apostando por la extensión universitaria.

En el caso de la escuela secundaria, la Argentina tiene dificultades pero también docentes preparados. Es como si un auto que anda a 120 kilómetros por hora, sin entrar a boxes, tiene que modificarlo. No se puede parar, porque un valor de la Argentina es que hasta en la última posta rural del país hay una escuela con una docente que les está poniendo garra y laburo. Entonces ese valor tenemos que llevarlo al siglo XXI.

Me parece no solo posible, sino también imprescindible.

—También se mostró preocupado por el debate en torno a la reducción de la jornada laboral: ¿cuál es su postura al respecto?

—El debate sobre la reducción de la jornada laboral se plantea en un contexto donde el 40% de los trabajadores argentinos lo hacen desde la informalidad. Un montón de gente que queda por fuera y con muchas dificultades, aún haciendo changas. La realidad es que muchos argentinos son pobres, aún con trabajo. Incluso una pareja joven con dos sueldos puede que sea pobre.

Hay tres caminos para resolverlo. Uno es la reducción de la jornada laboral, que propone bajar las horas para que trabaje más gente. La Argentina en parte tiene que ir ahí. No para todos los sectores productivos pero sí para algunos.

El segundo camino es el ingreso universal ciudadano. Países como España y Alemania lo plantean. Hay que discutirlo seriamente. No se puede llevar de cero a diez porque implica un gasto social importante, pero se puede ir por etapas.

El tercer camino es la flexibilización para que las empresas contraten más gente. Eso ya se hizo en la Argentina y terminó con 57 por ciento de pobreza y 28% de desocupación.

Por eso planteo una combinación de las primeras dos: una reducción de la jornada laboral, porque el actual esquema horario es de la etapa industrial del siglo XX y hoy la realidad cambió. Todos trabajamos de otra manera. Una parte es eso, combinado con el salario universal.

Y espero que durante la campaña electoral discutamos estas cosas. Que no sea una campaña de gritos.

—¿Qué lectura hace del desarrollo de “lo electoral” de cara a las elecciones de este año?

—Creo que está quebrada la relación de la sociedad con la política. La sociedad siente que la política no vive la vida cotidiana de ir al almacen o al supermercado. La campaña electoral tiene que servir para achicar esa distancia. La única forma de lograrlo es hablar de las cosas concretas: cómo voy a resolver el problema de los alimentos, cómo voy a lograr desendeudadar a las familias, cómo voy a generar mejores condiciones para la escuela secundaria.

Me parece que la política está muy presa de los títulos fáciles y de ser tendencia. Como dirigentes tenemos una responsabilidad colectiva que no nos permite tirar cualquier verdura. Hay que serenar, tranquilizar y ayudar. Espero una campaña de debates y propuestas. Es fácil hacerse notar, pero no tanto decir algo razonable, responsable y serio.

Además estamos ante un debate muy importante porque la Argentina en los próximos años va a crecer. Tenemos litio, alimentos, energía y tecnologías del conocimiento. Gobierne quien gobierne, no hay duda de que la economía va a ir para arriba. La cuestión es resolver cuántos de los 46 millones de argentinos van a estar adentro, y cuántos no. Si somos un típico país latinoamericano va a haber un tercio adentro, con tres idiomas, capacitados, globalizados, y dos tercios mirándolos de afuera.

—¿Es posible integrar a todo el país a ese siglo XXI del que habló?

—Si logramos integrar a todos, que es la tradición de yrigoyenismo y del peronismo, es decir, una tradición de la historia de la Argentina, vamos a tener posibilidades. Para eso tenemos que hacer litio y baterías de litio. Tenemos que integrar.

En la Argentina conviven tres siglos. El XIX, con 5700 barrios sin agua ni servicios (yo urbanicé 600 y hace falta seguir urbanizando durante 10 años más); el siglo XX, que reúne a la mayoría que laburamos y la peleamos como podemos; y el siglo XXI donde un pibe puede vincularse con el mundo desde Santa Fe y cobrar en dólares. La apuesta es llevar al conjunto hacia el siglo XXI.

También integrar las nuevas demandas. Hoy se habla mucho de la "libertad". Y se la asocia a que el Estado no se meta, a no pagar impuestos, a que nadie te moleste. Yo asocio la libertad a las oportunidades. Uno es libre si tiene oportunidades. Un pibe de un barrio pobre de Santa Fe sin la secundaria completa no es libre, porque no tiene oportunidades.

Es válido el debate de pagar menos impuestos, porque mucha gente se siente agobiada. Pero la libertad tiene que ver con dar oportunidades.

—¿Cómo evalúa su trabajo como ministro de Alberto Fernández?¿Le quedó alguna tarea pendiente?

—Fui el ministro de la pandemia, que fue absolutamente diferente al trabajo de todos los demás. Cuando en unos años se haga una lectura desde la historia, se reivindicará el rol que tuvo el Estado. Mi objetivo era mantener la paz social y la sostuvimos, cosa que no pasó en otros países de América Latina. Logramos sostenerla junto a iglesias, organizaciones sociales y una red comunitaria que no se ven en otros países.

Tuve lo mejor y lo peor como ministro. Lo peor fue la pandemia, teniendo que dar asistencia a 12 millones de personas con una economía cerrada. Y lo mejor, en el sentido de que todos íbamos para adelante. Hasta el más crítico se arremangaba para ayudar.

Sí quedaron tareas pendiente, fundamentalmente un gran plan de empleo joven.

—¿Esa falta de trabajo es la promotora del conflicto social que le preocupa?

—Creo que el conflicto social en la Argentina tiene que ver esencialmente con el precio de los alimentos. Va a haber paz social si se logra estabilizarlos. Parto de la base de que siempre que hay un conflicto, es porque hay un problema detrás. Y hoy el problema es que no alcanza la plata.

Tenemos que estabilizar un conjunto de alimentos, que son los 1900 productos que cualquiera de nosotros compramos en el almacen. Hoy la mejor política social es estabilizar el precio de los alimentos.

—En tal contexto, ¿cuál es el rol que podría o debería jugar la economía popular?

—La Argentina tiene un 40 por ciento de informalidad laboral y dentro de 10 años los va a seguir teniendo. El crecimiento de la economía no se verá reflejado en empleo formal. Es lo que está sucediendo, con una baja de la desocupación pero con una suba de la pobreza. Quiere decir que nos convertimos en una sociedad más desigual. Hoy muchas personas sostienen changas y a la vez tienen que asistir a los comedores populares. Eso antes no se veía.

La economía popular es el mundo del trabajo que se asocia de la forma que puede para producir bienes o servicios. Por lo general trabajan sin créditos y con muchos problemas, y por eso tenemos que darles más volumen y escala. Entender que existen y brindarles condiciones para el acceso a la salud y a los servicios básicos.

Todo este trabajo organizado por sus propios trabajadores lo veo dividido en tres. Por un lado, los sistemas de cuidado que pueden ser las personas que le ponen el cuerpo a los merenderos y quienes cuidan a los niños o a las personas mayores. Es una rama que hoy genera más empleo que la construcción.

En segundo lugar veo una economía popular productiva. Son quienes producen bienes y servicios y dan la pelea sin créditos, a baja escala y muchas veces con la necesidad de venderle al acopiador para poder pagar deudas. Por eso es tan importante que accedan a un sistema de créditos no bancarios.

Por último encuentro un mundo más moderno de la economía popular ligado al comercio, a los servicios y a la producción agroecológica.

Todo esto muestra que la Argentina se dio nuevas formas de trabajar y de vivir, y que el Estado debe acompañar. Esto es no meterle la pata encima ni asociarla con una pyme o gran empresa sobrecargándola de impuestos que no puede pagar. Es acompañarlas en su proceso de crecimiento.

—¿Tiene alguna propuesta o posible camino para ese acompañamiento?

—Me gusta mucho el modelo italiano, donde los pequeños emprendimientos familiares tienen un aire de cinco años para acomodarse. Se instalan bajo toda las disposiciones y controles de la ley, pero con aire impositivo. Creo que tenemos que ir hacia ahí.

—¿Le gustaría ver a CFK de candidata?¿Qué opina de las Paso?

—Cristina es una líder carismática que se encuentra en otra categoría. Es asimilable a (Carlos) Menem, (Raúl) Alfonsín, (Hipólito) Yrigoyen o (Juan Domingo) Perón. Evaluarla como a todos los demás no tiene sentido. Cristina es muy querida, como también odiada.

No sé si será candidata, pero entiendo que la forma de reconstruir legitimidad hacia dentro del Frente de Todos es en las Paso. Porque no hay forma de construir procesos de vínculos entre la sociedad y la política si no es de abajo hacia arriba. Más allá de quien me guste, la clave es que se presenten distintos candidatos y realicen propuestas para adelante. No podemos estancarnos en un debate para atrás.

Estamos frente a un agotamiento de ciclo: con esta escuela no vamos al siglo XXI, así como tampoco con este sistema de créditos, con estos planes sociales o con el actual sistema de desarrollo económico. Es un agotamiento de ciclo que excede a este gobierno y exige repensar, discutir.

Argentina va hacia un cambio, hay que definir si es razonable y equilibrado, o a lo bestia. Un cambio a lo bestia como propone la extrema derecha genera pobreza extrema. La única forma de hacerlo bien es con las Paso. Diría lo mismo si fuese de la oposición.

César Malato: “El 'orden' no es un patrimonio de la derecha”

—¿Por qué motivo invitaron a Daniel Arroyo a recorrer la ciudad?¿Qué vienen charlando?

—Un sector del Frente de Todos entiende que los planteos de Arroyo en torno a la inflación y la educación son los ejes de debate central, fundamentamente porque hay una escisión o divorcio entre los sistemas de representación política y los intereses populares. Los temas que viene planteando nos interpela como sector a las y los militantes de Vuelve la Militancia, y por eso lo invitamos hoy a recorrer la ciudad de Santa Fe.

También agregamos aquellas cuestiones vinculadas a manter en alto la bandera de Memoria, Verdad y Justicia. Son los ejes centrales que afectan directamente y desde las políticas públicas la vida cotidiana de nuestro pueblo.

Un candidato presidencial de la oposición viene diciendo que “hay que poner orden”. Nosotros pensamos que si algo hizo el neoliberalismo fue desordenar la vida de las personas. Ellos generaron la inflación, la desocupación brutal, la represión de muchos sectores.

El "orden" no es un patrimonio de la derecha y tiene que ver también con generar políticas públicas que le permita vivir con tranquilidad a nuestro pueblo. Que le alcance la plata para llegar a fin de mes, que coma con calidad, que se eduquen bien.