La sociedad argentina se encamina a transitar la semana previa a las elecciones a través de una ciénaga hedionda de carpetazos para todos y todas, que se suma a la angustia e incertidumbre por una coyuntura económica que no da respiro.

Bien podría decirse que el primer capítulo de la saga de maniobras pantanosas fue el yategate, aunque genere náuseas expresarlo, teniendo en cuenta la obscenidad del caso. Es evidente que la difusión de fotos y videos de Martín Insaurralde, cuya debilidad por la conquista cash es manifiesta, tuvo un componente político ineludible. Desde ya, es ciertamente más fácil la operación cuando el paciente ingresa bailoteando al quirófano.

En los últimos días el enchastre llegó a las costas de Patricia Bullrich y nada menos que en cabeza de su guardavidas económico, Carlos Melconián, a quien expusieron por sus saberes extracurriculares. Resulta francamente conmovedora la queja, en esas tribus políticas y sus expresiones mediáticas, por la notoria ilegalidad del asunto, cuando se trata de una réplica exacta de sus celebradas prácticas durante el cuatrienio macrista. A propósito: si se tiene en cuenta la época de la pinchadura (telefónica), no sería arriesgado sospechar que algún ex presidente adicto al espionaje ilegal quiera desinflar a su otrora candidata para empujar al triunfo en primera vuelta a su nuevo ahijado.

A Javier Milei el carpetazo recibido le salió más barato, tal vez por la ausencia del condimento sexual, siempre tan atractivo para el morbo. En una cámara oculta, un asesor de Carlos Kikuchi, del círculo más cercano al león libertario, aparece pidiendo 5 millones de dólares por anticipar información privilegiada cuando lleguen al gobierno. En otra, se ve a la cosplayer y candidata a diputada nacional Lilia Lemoine admitiendo la recepción de frondosas sumas de dinero negro para la campaña. Si se recuerda el episodio de la comercialización generalizada de lugares en las listas, daría la sensación de que el minarquismo argento incluye un proceso aluvional de descuidistas.

Estos contornos opacos de LLA, con origen no exclusivo pero sí innegable en su flaqueza estructural, imponen un destellante signo de interrogación respecto de la conformación del plantel de un eventual gobierno. Para darse una idea, vale la pena observar cómo quedará la grilla final del elenco de Maximiliano Pullaro. La presencia destacable de socialistas y radicales de otras tribus con experiencia en gestión revelan que armar una plantilla gubernamental es una tarea bastante más compleja que empuñar una motosierra que no corta. Acotación al margen: cuesta sobremanera imaginar que el gobernador electo de Santa Fe prefiera efectivamente, más allá de sus dichos, a Milei sobre Sergio Massa. No se trata de simpatías políticas sino ya de la mera existencia de algo parecido a reglas de juego.

En este contexto cloacal, que promete agudizarse en los días por venir, el pueblo argentino concurrirá a las urnas el próximo domingo. ¿Barro tal vez? No, Flaco, barro seguro. Pero que no cunda el pánico: según la Biblia, la vida surgió del barro. Elijo creer.