En medio del cotidiano maremágnum de noticias, pasó casi desapercibida una frase disparada por Sergio Massa días atrás, que por lo menos invita a un intento de análisis. Dijo el ministro-candidato: “Hay que hacer al Estado más eficiente. Cuando el papá dice ‘tengo la escuela pública, pero tengo 18 paros por año, me complicaste la vida, flaco; no tengo donde dejar a mi pibe’, graficó. Y, ante ese tipo de situaciones, añadió: "Acá tiene que haber un compromiso en el cual decimos ‘muchachos, se acabó la joda de que por cualquier cosa reclamamos, por cualquier cosa hacemos paro’. Basta”.

No fue un exabrupto de Massa, hizo declaraciones similares en varios medios. No se juzgará aquí la fortaleza o debilidad de semejante afirmación, lo que sí se buscará es entender por qué lo dijo. Porque como es fácil de imaginar, un candidato en campaña no suele tirar frases al voleo.

La novedad no es que se discuta el tema, que de hecho estuvo muy presente en las campañas de todos los postulantes a la presidencia. Lo llamativo es que este enfoque, muy propio de los principales opositores, sea adoptado por el candidato peronista.

Teniendo en cuenta todo lo antedicho, es posible adivinar algo que en el mundillo político santafesino se habla desde hace tiempo: hay ruido con los paros docentes en el electorado tradicional del justicialismo. Es la franja socioeconómica medio baja-baja, que manda a sus hijos a la escuela pública.

Este escenario presenta un enorme desafío a la dirigencia sindical de los maestros y profesores. Y no sólo porque se trata de conducciones gremiales mayormente identificadas con el peronismo, lo cual no necesariamente se traslada a sus bases. Hay un elemento que siempre se interpretó e indujo con precisión en las luchas docentes: para ampliar la legitimidad de la pelea por las conquistas de diverso tipo, es necesaria una alianza con las madres y los padres de los alumnos.

Un ejemplo de ello es el hito de la Carpa Blanca. En un contexto muy distinto, claro, en donde imperaba la convertibilidad y las paritarias eran inexistentes. Pero igual sirve. Aquella metodología de lucha fue la resultante de, en ese entonces, la cuasi imposibilidad de la medida de fuerza tradicional, consagrada felizmente en la Constitución Nacional: la huelga. Esa salida creativa tuvo un impacto altísimo en la sociedad y construyó un piso notable de consenso social que luego tuvo grandes frutos, fundamentalmente en el primer kirchnerismo.

Valga la aclaración: no se promueve en estas líneas que los docentes abandonen alegremente el derecho que les asiste como trabajadores y trabajadoras que son. Nada más lejano a eso. Sí se trata de descifrar el complejísimo panorama social y político existente, en particular atendiendo las opciones hostiles que emergieron del voto popular.

Una prueba singular será, en el caso de la provincia de Santa Fe, el inicio del ciclo lectivo 2024. A las tensiones propias de todos los años se le suma ahora una dinámica económica nacional que hace proyectar en el Estado santafesino un déficit fiscal considerable para, por lo menos, los dos primeros trimestres. Con un gobierno nuevo, además, que tendrá el poder de la famosa luna de miel. Puede fallar, diría Tu Sam, pero huele a conflictividad alta.

Aunque no lo hagan de manera directa, las blancas palomitas también votan.