Por Gustavo Castro

Para quienes viven –vivimos- en el termo de la política, los cierres de listas son un espectáculo tan apasionante y adrenalínico como caótico y bizarro. El mundo exterior observa esos empujones por cargos con desdén, cuando no con abierto desprecio. En cualquiera de los casos, se trata de un hecho determinante en la vida democrática, el momento en que se definen las opciones que tendrá la sociedad el día que vaya a ejercer el sagrado derecho de elegir su destino inmediato.

El episodio 2023 de este ritual en la provincia de Santa Fe reveló un escenario general de fragmentación de la oferta política, si bien agrupado mayormente en dos grandes coaliciones. A modo de síntesis, se podría decir que hay pocos espacios para muchos aspirantes. Pero también marca la ausencia de conducciones indiscutidas. Para poner un ejemplo en contrario: a nadie se le ocurrió competir en las PASO nacionales del peronismo a una lista definida por Cristina Fernández de Kirchner, al menos en sus mejores épocas.

Nada nuevo bajo el sol santafesino, donde las primarias abiertas constituyeron desde el inicio una herramienta usada masiva y sistemáticamente. Aunque en este caso adquiere algunos rasgos peculiares. El caso del socialismo es, en ese sentido, de los más interesantes. La precandidatura a gobernadora de Mónica Fein es testimonial, pero la disputa en diputados entre Clara García y Antonio Bonfatti asoma como la batalla decisiva por la interlocución del partido de la rosa ante el frente Unidos y un eventual gobierno de la coalición. A costa, incluso, de dividir el voto propio y debilitar las chances de ganar la categoría en la interna aliancista.

Otro tanto ocurre en el oficialismo. Hay una suerte de disputa generacional en el kirchnerismo santafesino, entendiendo ese concepto de manera amplia, tal vez amplísima. Leandro Busatto, Eduardo Toniolli y Marcos Cleri librarán una pulseada a tres manos por verificar quién de los tres dirigentes, ascendidos al calor de la erupción juvenil post mortem de Néstor Kirchner, es el que más pesa en la balanza electoral. Una suerte de interna dentro de la interna peronista, en la cual el binomio Marcelo Lewandowski-Silvina Frana tiene comprados todos los tickets del pase a las generales.

A propósito de la dupla que amaneció al filo de la medianoche del viernes, las dramáticas tensiones con Omar Perotti por llegar a un acuerdo de unidad se explican por una premisa no dicha en público: la presunción de que el peronismo tiene escaso margen de triunfo. La cinchada por la lista de diputados, de la que emergió victorioso el gobernador, es una evidencia al respecto. El relativo orden del armado en esa franja de Maximiliano Pullaro y Carolina Losada también lo es. Es sencillo: la expectativa cierta de ser gobierno incluye el sueño de un despacho en la Casa Gris. Hay lugar para todos y todas.

Eso mismo, a la vez, es lo que gatilla la inusitada virulencia verbal entre los dos tanques del radicalismo. El revoleo de gravísimas acusaciones cuando apenas despunta la campaña electoral proviene de la creencia de que quien gane las PASO será el nuevo inquilino de calle 3 de febrero. Una especie de final anticipada. Hay un riesgo: almorzarse la cena.

Allí radica, en buena medida, la oportunidad de Lewandowski, quien prima facie tendrá una interna tranquila y, se supone, congregará el respaldo unánime del justicialismo y aliados en la general. La ausencia perottista en la fórmula incluye la duda de qué tan importante será el apoyo del gobernador, especialmente en relación a las efectividades conducentes, al decir de Hipólito Irigoyen y Saúl Ubaldini. Más aún en una coyuntura en que el orden de las cuentas públicas, un activo de la actual gestión, tiende a resquebrajarse.

Quizás el periodista rosarino cuente con alguna certeza externa. El activismo del ministro de Economía de la Nación, Sergio Massa, fue clave en el consenso final. Cuestión de pesos, sería en este caso. Es una señal, además, de que el tigrense ya está en plena construcción de su candidatura presidencial, pese a las malas noticias que ofrece mensualmente el Índice de Precios al Consumidor.

Como contracara, la participación marginal –hasta lo que se sabe- de la vicepresidenta es impropia de alguien que pretende volver a la Casa Rosada. Sea porque cree que Santa Fe está perdida o porque ya decidió que su próxima estación no es la boleta presidencial, no deja de ser sintomático.

Puede fallar, advertiría Tu Sam.