Por Leo Ricciardino

Parece que el presidente Alberto Fernández va a responder todos los ataques, velados o no, que le profieran la vicepresidenta Cristina Kirchner y su hijo el diputado Máximo Kirchner. Habló ella en Pilar en el Congreso de la Unión Obrera Metalúrgica, donde sembró más profunda la semilla de un regreso; y el presidente contestó sentado al lado de Evo Morales en la Feria del Libro Nacional y Popular que organizó el diputado Leandro Busatto en Santa Fe. Habló Máximo en un acto en Mar del Plata y Alberto le respondió por radio aunque aclarara que no le estaba respondiendo.

“Cuando un compañero habla mal de otro compañero, empieza a dejar de ser peronista”, dijo citando al propio Juan Perón. En Santa Fe había echado mano a la fórmula de Evo sobre el estado plurinacional: “Unidad en la diversidad para enfrentar la adversidad”. Y si quedaban dudas le agregó: “Si existen diferencias entre nosotros, saldemos esas diferencias”, como invitando a una interna abierta aunque sabe que se trata de ligas diferentes.

Así transita el Frente de Todos sus últimos capítulos de existencia en la política argentina como herramienta político-electoral. Pero el que tenga una mirada inclinada sólo hacia lo ideológico para interpretar este final, corre el riesgo de equivocarse. Lo dijo la misma Cristina Kirchner en el congreso metalúrgico. “No me arrepiento de haber creado el Frente de Todos”. Y claro que no, esa creación sirvió para ganar y dejar atrás los años del oprobio macrista que resultó ser una de las gestiones más perniciosas para los argentinos. Aunque, obviamente Mauricio Macri escriba un libro tras otro para tratar de reivindicarla.

El kirchnerismo necesita la capitulación de Alberto Fernández para despejar el camino hacia el 2023 y también para despegar de las cosas que no se consiguieron. Si bien los cuatro años macristas resultaron oprobiosos hoy el salario promedio en Argentina según los datos del Mirador de la Actividad Económica, el Trabajo y el Empleo (MATE) tiene 7 mil pesos menos de poder de compra que en los últimos meses del gobierno de Macri. Y eso sí que es un oprobio para el peronismo todo. 

Por eso Cristina impulsa un regreso a pesar de no haberse ido nunca. Es un regreso casi obligado, no tiene quien le compita y la resolución de la herencia no salió como se esperaba. Pero pensar que todo el problema es el heredero es el camino más corto y sencillo.

Si se mira bien, es un camino parecido al de Lula en Brasil. Dilma Rousseff no resultó lo que se esperaba y Fernando Haddad perdió lejos con Jair Bolsonaro. Lula se vio obligado a volver a los 78 años para ganar por menos de dos puntos a la extrema derecha de Bolsonaro. Cristina es más joven pero también siente el peso de esa obligación: “Haré lo que tenga que hacer para recuperar la alegría”. Como el electo presidente brasileño, llegado el caso, ¿también deberá hacer concesiones?

Enfrente el panorama es diferente. Macri sí tiene quien le compita, desde adentro de su partido y mucho más desde dentro de la coalición. Los jefes siempre tienen un problema de difícil resolución. Necesitan encontrar un heredero que sea triunfador pero no tanto como para que los pase a retiro. Y eso es sumamente difícil. Si no, pregúntenle al gobernador Omar Perotti que lo charla a Marcelo Lewandowski porque es de los mejores posicionados en las encuestas, pero sólo le reparte cartas a su hombre de confianza Roberto Mirabella. Habrá que ver cómo se mueven las acciones de Marcos Cleri en la provincia ahora que la centralidad de Cristina Kirchner vuelve a ser un hecho concreto.