El jueves en Plaza de Mayo Cristina ratificó, para espanto de quienes por enésima vez extendieron prematuros certificados de defunción, que sigue siendo el sol del sistema político argentino. No es esta una metáfora romántica sobre la figura de la vicepresidenta sino una mera descripción de la etapa histórica: todos los planetas, desde los más cercanos a los más lejanos, giran en torno a ella.

Así es que el 25 de mayo efectivamente tuvo su sol que desde hace un par de décadas viene asomando, cuya conjunción con la persistente lluvia no originó en esta ocasión el casamiento de una bruja. Ni tampoco la salida a la luz de una candidatura presidencial, ya sea de Cristina o de algún bendecido suyo.

Quienes creían equivocadamente –incluido el autor de esta nota- que nadie convoca a tamaño acto para anunciar nada olvidaron, de manera imperdonable, un pequeño detalle: Cristina no afloja nunca bajo presión. Lo novedoso es que el apriete ahora viene de abajo. De sus fieles, de sus seguidores, de sus militantes.
El cántico “Cristina presidentaaaaa” se asemeja demasiado al futbolero “Jugadooooooreees” y no sólo porque la música es la misma. El clamor por su candidatura ya se convirtió en reclamo. Y si no es ella, que sea lo más parecido. No más Sciolis ni Albertos, parecería ser el clima en la base kirchnerista. No más ingesta de sapos que encima no garantizan triunfos, para no hablar de eventuales gobiernos amables con su electorado mayoritario.

La vice tiene un serio problema en ese sentido. Salvo Kicillof, quien ya probó no sólo que retiene todos los votos sino que incluso puede ampliar el caudal, Cristina no tiene entre sus leales ningún cuadro electoral competitivo. ¿Puede eventualmente serlo Wado de Pedro? Puede ser, hoy no lo es.

El ejemplo de La Cámpora es paradigmático. Salvo lugares puntuales, ninguno de sus dirigentes gobierna ciudades o provincias. En Santa Fe se puede observar con claridad este déficit. Nadie puede creer seriamente que Marcos Cleri, a quien la televisación del acto le regaló un largo primer plano segundos antes de la salida de Cristina al escenario, hoy sea un postulante con chances en la categoría de gobernador. Más aún, ni siquiera la organización tiene un gran desarrollo territorial mucho más allá de Rosario. ¿Cuántos concejales camporistas hay fuera de la agobiada urbe del sur santafesino?

Se podrá decir, con toda justicia, que la franja central de la Argentina es brava para el kirchnerismo. Que en nuestra provincia hay una mayoría consolidada que no quiere, por ser leves, a Cristina. Que todo lo que huela a K no puede aspirar, como muchísimo, algunos puntos por arriba del 20%. Todo cierto. Pero sirve más como paliativo que como explicación: en otras zonas del país la situación es similar.

No se trata aquí de descalificar a la dirigencia cristinista, para nada. Tampoco es que el PJ no kirchnerista tiene aplanadoras de votos. Resulta bastante patético observar a ciertos elementos de la política, autodesignados peronistas posta posta, 100% pureza en sangre, joya nunca taxi, acusar a La Cámpora de secta mientras no juntan voluntades ni para conducir la cooperadora de la escuela de sus hijos.

Lo que hay en el oficialismo, entonces, es un páramo electoral fuera de Cristina. Si ese estado de situación será modificado, seremos anoticiados a la brevedad. Cuando ella decida hacerlo público, con el control total de sus tiempos.

La que te jedi –como lo mencionaban a Perón en épocas de proscripción- es así.