Por Leo Ricciardino

Es intenso el debate que se da hoy dentro del gobierno nacional, aunque solapado y poco expuesto. Mientras el ministro Sergio Massa hace y deshace sin comunicarles un plan concreto a los grandes empresarios —esto se reiteró claramente en el coloquio de IDEA— y confía en volver a los superávits paralelos para que todos ganen; del otro lado le atribuyen a la vicepresidenta Cristina Kirchner el impulso a algún tipo de plan de shock que amortigüe ya las penurias de pobres y asalariados que, en muchos casos, son una y la misma cosa.

Por ahora es tiempo de las medidas sueltas que ayuden a cuidar las divisas para la producción, las paritarias libres y la elevación a 330 mil pesos del piso de ganancias desde noviembre. Sin congelamiento de precios sino un control que, como se vio en los últimos meses, de a poco se va desinflando.

Las anchas espaldas del ministro de Economía, al que todos los grandes empresarios apoyan, llegan hasta esos límites. Si Massa anunciara un plan distinto ese apoyo podría desaparecer mágicamente. 

Minuciosamente, el Centro de Economía Política (Cepa) dio jugosos detalles de cómo fueron las ganancias de las 500 empresas más grandes durante los últimos años y los distintos gobiernos desde 2012 en adelante. Y claramente se demostró que no hubo mayor carga tributaria durante los gobiernos peronistas y la facturación aumentó en esos períodos.

Por su parte, la economista del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz, Celina Calore, sostuvo que el actual plan logró cierta estabilidad con la cuestión cambiaria, “ahora eso tiene que ser aprovechado para plantear un programa de control de precios. Pero no un plan como Precios Cuidados, sino un programa donde se sienten en la mesa todos los actores y se asuma un compromiso de parte del Estado y de sindicatos para llevar adelante un plan de estas características”.

Pero la economista del CESO aseguró que hasta ahora el gobierno no lanzó ningún plan inflacionario integral. “Las propuestas miran la cuestión fiscal y monetaria, eso no resulta, porque hay una inercia inflacionaria que se solucionan con políticas de shock”, y agregó: “Se puede utilizar un congelamiento de todas las variables, que incluya alimentos, insumos estratégicos durante tres meses y desinflar la inercia inflacionaria”.

Esos puntos estaban en una carpeta que el propio Centro de Estudios le alcanzó al presidente Alberto Fernández en los primeros meses de su mandato. Es claro que la carpeta descansa en algún cajón de la Casa Rosada.