La masacre que ejecuta la Revolución Liberal de Javier Milei, que se verifica diariamente en forma de despidos masivos, tarifazos, caída de salarios y jubilaciones, derrumbe de comercios e industrias y amputación brutal de las capacidades estatales, tiene como respuesta de su principal oposición política, el peronismo, una multiplicación cotidiana de comunicados, tuits y videítos para redes sociales en donde se expresa “el más enérgico repudio” y no mucho más que eso.

A eso se le agregan los pavoneos dirigenciales en programas televisivos de show político y giras artísticas por streamings de influencers piolongos, donde descollan figuras de la talla de Guillermo Moreno, quien en medio de su tan redituable como imaginaria caza de socialdemócratas promete que “el peronismo no tiene las manos atadas”, como si eso tuviera algún nexo con la patética situación actual. Si faltaba algo al irritante caldo político opositor, sazónese con la internita a cielo abierto por liderazgos de vaya uno a saber qué.

Los demoleradores resultados de las elecciones de 2023 en el país en general y en Santa Fe en particular dan sobrada cuenta de que las cosas se hicieron pésimo. Ya hay suficientes diagnósticos de lo ocurrido. Ya está. Salvo contadísimas excepciones, las cúpulas (y no tanto) del justicialismo parecen no comprender cabalmente la gravedad de los padecimientos que atraviesa no ya el conjunto del pueblo argentino sino concretamente su base electoral. Despiértense, muchachos, que no hay ni para comprar un paquete de fideos secos.

En paralelo, la disolución social avanza a pie firme de la mano de la pelea y el resentimiento entre pares. El que despidieron contra el que zafó. El que perdió o nunca tuvo una ayuda estatal contra el que la mantiene. El que tiene un almacén a punto de fundirse contra el que se fue de viaje el fin de semana largo. El monotributista contra el docente que hace paro. En definitiva, una postal similar a la de la pandemia, donde quizás se pueda encontrar la génesis de la institución psiquiátrica en la que habitamos todos los días.

Resulta entonces desesperante el tamaño de la orfandad política de millones de argentinos y argentinas. Claro que hay límites institucionales y deben ser respetados. Por supuesto que los números en el Congreso aún no dan y sin dudas de que hay esfuerzos por revertir esa asimetría. Desde ya que los sindicatos aún conservan músculo y eventualmente logran hacerlo valer. Aún la CGT, con todos los peros que son ampliamente conocidos, se muestra activa. Pero todo eso sigue estando a una distancia sideral de la angustiante cotidianeidad de la base peronista.

La famosa correlación de fuerzas es esquiva, pero no está petrificada. Y las encuestas, con la que tanto se especula, no equivalen a una foto inmodificable. No esperen a que la boleta de la luz o el telegrama de despido vuelquen mágicamente la ecuación. Las mayorías no se construyen sólo por el mero paso del tiempo sino también haciendo política de manera creativa, novedosa, audaz. ¿O acaso de los laberintos no se salía por arriba?

Enérgico Repudio, sin compañía de acciones disruptivas que salten de pantalla, es pariente cercano de Equipo Chico. Y eso nunca fue el peronismo en cualquiera de sus modalidades. Al menos hasta ahora.