Por Gustavo Castro

La irrupción de Carolina Losada en la política santafesina supone un salto de escala en el fenómeno de famosos, mediáticos, artistas y periodistas televisivos que son convocados para ocupar las principales marquesinas electorales. El poder de la imagen, en este caso, ni siquiera requiere del cuidado de formas básicas y obvias, como por ejemplo vivir en el lugar que se pretende gobernar.

“Es más importante 1 segundo de televisión que 100 militantes”. Palabras más o menos, esa frase se le adjudicaba, no sin malicia, a Chacho Álvarez, quien desplegaba buena parte de su tarea política en los sets de televisión. Dirigente del PJ Capital, al fin y al cabo. Aquella mirada no era antojadiza: coincidía con un desembarco masivo en la política argentina de figuras cuya popularidad había sido construida extramuros. Carlos Reutemann, sin ir más lejos.

En Santa Fe se puede decir que ya hay una tradición en ese sentido. Y en la capital provincial, particularmente. De Notitrece, el histórico noticiero del viejo Canal 13 (hoy Telefé), surgieron dos intendentes de la ciudad, Enrique Muttis y Emilio Jatón, y varios dirigentes de diferente signo político y trayectoria diversa: Eduardo González Riaño, Marta Fassino, Juan Carlos Bettanín y ahora Silvina Cian.

Como también se mencionó aquí, el sesgo fragmentario de la Boleta Única y la consecuente necesidad de tener candidatos atractivos en todas las categorías electorales invita a la búsqueda de personalidades convocantes que suplan el déficit que la política tradicional tiene en esa materia.

Así también se produjo el aterrizaje de músicos populares en la oferta para los comicios. También con suerte dispar y distinto recorrido: Marcos Castelló, Juanjo Piedrabuena, Coty Hernández, todos ellos alistándose para volver a competir en 2023. Hay casos más singulares, como el donador voluntario de abrazos Saúl Perman.

Aunque sea redundante para quienes tuvieron la mala suerte de leer otras columnas de este espacio, vale la pena aclarar que esta tendencia no es patrimonio exclusivo de Santa Fe capital. En elecciones de 2021, los cuatro candidatos más votados para el Concejo municipal de Rosario provenían de pantalla: Ciro Seisas, Lisandro Cavatorta, Anita Martínez y Miguel Tessandori. Nada indica que ese perfil haya dejado de ser exitoso, especialmente si se observan los amagues preelectorales en la gran ciudad del sur santafesino. Divina TV Fhürer, mi amor.

El propio Marcelo Lewandowski, quien hoy se recorta como muy probable postulante de consenso entre las Casas Rosada y Gris para la gobernación de Santa Fe, llega a la política de primera línea de exposición impulsado por el trampolín de sus largos años como periodista deportivo en la ciudad de Rosario y su participación en las transmisiones del Fútbol Para Todos.

Y así llegamos a Carolina Losada. Que surge de este mismo semillero, pero que desbloquea otro nivel. El peso de su imagen subordina cualquier otro factor, incluido el territorial. La candidata radical no sólo no tiene residencia en la provincia de Santa Fe sino que condiciona su mudanza a una victoria electoral. Más aún, la histórica tradición de equilibrio geográfico en los binomios para gobernador y vice, en la que deben complementarse Santa Fe y Rosario o por lo menos centro norte y sur provincial, quedó hecha añicos con el compañero de fórmula de la ex panelista de Baby Echecopar: el rosarino Federico Angelini.

Por eso mismo, la comparación con Miguel del Sel no es la más acertada. Se pretende equipararlos porque ambos provienen de la farándula, lo cual es cierto, pero el humorista irradiaba santafesinidad en estado puro. ¿Qué más santafesino que los Midachi? Tal vez la cerveza, la cumbia, los mosquitos y poco más.

Losada no. No hay prácticamente un solo rasgo de su perfil que le otorgue territorialidad. Tampoco lo busca. Es una candidata extraterritorial. O, más precisamente, aterritorial. No es rosarina, no es santafesina, ni siquiera es porteña: sobrevuela esas categorías. Mal no le fue hasta ahora.

Una explicación posible sea que su popularidad se cruza con un potentísimo rasgo identitario de una gran porción del electorado local. Es el que surge de observar que, pese a estar internalizada en dirigentes, medios y población en general la mirada crítica sobre la asimétrica distribución de riquezas entre la otrora Capital Federal y el resto del país, la provincia de Santa Fe le dio una victoria en las dos últimas votaciones presidenciales a un binomio 100% porteño: Mauricio Macri y Gabriela Michetti. Y se apresta a reincidir, ya sea con Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich e incluso Javier Milei.

Esa identidad de hierro, que desplaza a lugares secundarios cualquier otro aspecto, es el antikirchnerismo. Advertencia: no está planteado aquí como un disvalor, simplemente es una descripción. Es también lo que determina, en buena medida, los reiterados acuerdos electorales entre Cristina Fernández de Kirchner y Omar Perotti. Pescan en peceras diferentes y vuelcan las piezas al mismo recipiente. Se necesitan mutuamente, tan sencillo como eso. Parecerían estar encaminándose nuevamente en similar dirección para este 2023.

La única duda en este caso es si el electorado se atreve finalmente a cederle el sillón del Brigadier a una celebrity con domicilio foráneo. Muy pronto en los mejores cines. O canales de televisión.