Como la mayoría de sus compañeros sobrevivientes, Adolfo 'Fito' Schweighofer considera que vivió "muchos años callado" respecto de lo que pasó en Malvinas. Fue un silencio inducido por un "oscurantismo" que se activó el 2 de abril de 1982, apenas levantada la bandera blanca que puso fin a los 74 días de conflicto bélico, y que no cesó sino "hasta hace 10 o 15 años". "Un silencio apoyado en titulares de medios de comunicación que buscaban marcar la cancha", remarca el veterano santafesino que tiene como mayor recuerdo de aquellos días el haber ayudado a rescatar a 300 tripulantes del hundimiento del crucero Belgrano.

Por eso desde noviembre del 2020 Fito integra el Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, una mesa amplia conformada por el presidente Alberto Fernández y que reúne a funcionarios y a representantes de distintos partidos e instituciones con veteranos de guerra. Juntos intentan "marcar una línea de coherencia" que les permita "dar a conocer lo que en verdad significa la causa Malvinas y salir del permanente retroceso" que significó la llegada de cada nueva gestión presidencial

También es titular del Centro De Ex Soldados Combatientes De Malvinas de Santa Fe, una organización que reúne a unos 250 veteranos que activa y continuamente entran y salen de la sede ubicada sobre Pedro Vittori, casi Córdoba. "Estos días no paramos ni un segundo", le reconoce Fito a Santa Fe Plus mientras termina de organizar junto a un compañero las más de 80 charlas programadas en escuelas de la ciudad.

—¿Qué significa hoy ser veterano de Malvinas?

Para los ex-combatientes, Malvinas es el día a día. Muy pocos veteranos se despegaron del tema. Somos 21 millones en el país que de un modo u otro trabajamos por esta causa nacional o por cosas que la rodean. Desde fomentar charlas sobre la problemática del atlántico sur hasta hacer tareas comunitarias o ayudar. Es nuestro modo de honrar a los héroes.

—¿Por qué es necesario honrarlos?

Porque hasta hace unos años Malvinas era mala palabra, se hablaba muy poco del tema y solo desde el recuerdo negativo. Durante muchos años fue descripta solo por los grandes titulares de multimedios que marcaban la cancha. Por eso los veteranos horadamos la piedra para contar otras verdades. Aceptamos nuestros errores y no pretendemos nunca llegar a una guerra, que quede claro, pero tenemos mucho orgullo de haber defendido nuestra patria. Logramos que Malvinas esté más presente gracias a nuestro trabajo de largo aliento. Hemos hecho nuestro aporte y ha cambiado mucho porque veníamos de un oscurantismo total. Y hoy, me remito a las pruebas, hay una demanda muy grande por conocer sobre nuestra causa.

—¿Cuánto duró ese oscurantismo?

Empezó ni bien terminó la guerra y duró mucho tiempo, como 10 o 15 años, que fueron muy tristes porque veíamos que la sociedad no sabia lo que había sucedido en Malvinas. Hoy estamos en la antítesis de eso y sostengo que quedarse solo en una postura conmemorativa no expone la gravedad que reviste la situación. El 2 de abril es un día que lo recordamos con mucha emoción, pero también tenemos que recordar las fechas tristes como el hundimiento del Belgrano (2 de mayo de 1982) o el 14 de junio, que es el día en que lamentablemente la bandera británica volvió a subirse a un mástil argentino. Entonces la conmemoración es tan necesaria como otros tipos de eventos culturales, educativos, diplomáticos y políticos que acerquen a la gente a la causa nacional. Por eso pedimos que se fomente el estudio de la problemática del Atlántico Sur y exigimos que la política argentina asuma la causa Malvinas.

—¿Hoy la asume?¿Cómo?

Sí. Hoy la política argentina por suerte tomó el tema con la seriedad que requiere, porque tenemos 2 millones de kilómetros cuadrados de territorio en manos inglesas. Es un tercio de nuestro suelo ocupado por una potencia colonial. Se apoderaron no solo de las islas Gran Malvinas y Soledad, sino también de los archipiélagos que la rodean y de los millones de kilómetros cuadrados de superficie y aguas del Atlántico Sur que le corresponden. Es una afrenta gravísima.

—¿De todo esto se habla en el Consejo Asesor?

Yo integro el Consejo Asesor como representante veterano de Malvinas. Estoy muy honrado de haber sido postulado por mis compañeros. Se hacen reuniones periódicas y tenemos la posibilidad de hacer gestiones locales. Los temas que abordamos requieren de confidencialidad porque son tareas que luego se derivan al poder Ejecutivo, pero el objetivo es crear una plataforma de debate y de discusión sobre la causa Malvinas que permita marcar una línea de coherencia sobre lo que significa.

—¿Qué significa?

Que debe haber una punto de partida bien definido. Cada presidente fijó una política de turno diferente sobre la causa. Y ese constante ir y venir generó un constante arrancar de cero que nos hizo perder mucho tiempo. En este marco, el Consejo marca una línea coherente de trabajo. Mantenemos una conformación plural con gente muy formada y proveniente de diferentes partidos políticos.

—¿Hay algún aspecto a mejorar?

Hay que seguir intensificando la política hacia Malvinas. Que haya políticas de Estado porque la guerra sigue presente. Hoy hay guerra a 2 mil kilómetros de Roma y a 2,5 de París. Acá tenemos una defensa militar totalmente anacrónica y fuera de lugar. Mi temor es que al pedir por Malvinas, los ingleses también están pidiendo por la Antártida. El Atlántico Sur tiene que ser una zona de paz, siempre recordando que la Argentina tiene más de 100 años de presencia ininterrumpida en la región.

—¿Y en términos locales?

Hay mucha voluntad de hacer cosas. junto al Ministerio de Educación de la provincia buscamos instalar oficialmente la causa Malvinas en la currícula. Es nuestro anhelo el de darle una continuidad y un formato. Mientras tanto, nuestro aporte permanente es el de participar en charlas y actos. Hablar de Malvinas para que los chicos pregunten, siempre recordando que la guerra es un error y que no queremos que vuelva.

—¿Hay algo que te guste recordar de aquellos días?

Hice el servicio militar y viví un año y medio en un buque de guerra. Recuerdo la nostalgia de ser joven y de navegar todo el atlántico sur. Pero la tarea que más me llena de orgullo es el haber rescatado a casi 300 tripulantes del Belgrano. Los sacamos del mar y es algo que me llena de alegría.