Uno de los ejes de la historia en la biopic El amor después del amor, es el asesinato de las abuelas de Fito Páez que ocurrió un 7 de noviembre de 1986 en la casona de Balcarce y Santa Fe de Rosario. El hecho se perpetró cuando el cantante y compositor estaba de gira en Río de Janeiro, junto con Charly García y Fabiana Cantilo. Delia Zulema Ramírez de Páez, su abuela, y Josefa Páez, su tía abuela, de 76 y 80 años respectivamente, fueron ultimadas de manera brutal. También fue hallada muerta Fermina Godoy, la empleada doméstica de la familia, que estaba embarazada.

El amor de Fito por sus abuelas fue inconmensurable. Delia y Josefa se encargaron de su crianza junto con su padre Rodolfo quien había enviudado de Margarita Palacios, madre de Fito, cuando el músico apenas tenía ocho meses de vida. Sus abuelas, que motivaron parte de la carrera musical, eran para él un sostén emocional, por lo cual la noticia del asesinato devastó al artista que al enterrase destrozó las instalaciones del hotel donde estaba parando. Tras ello, comenzó con un derrotero de depresión, alcohol y drogas que duro varios años y que está reflejado en parte de su obra musical.

Walter Alfredo de Giusti, asesino de las abuelas de Fito Páez
Walter Alfredo de Giusti, asesino de las abuelas de Fito Páez

Cómo se dieron los hechos del triple asesinato

Los cuerpos fueron encontrados por el marido de Fermina Godoy, la empleada doméstica. Luego de tocar la puerta del hogar de la calle Balcarce y no recibir respuesta, entró a lo que ya era una escena del crimen. La vida en la residencia parecía haberse interrumpido de forma abrupta: la radio estaba encendida, una de las alfombras doblada y la enceradora enchufada, situación que denotaba con la rapidez que se habían dado los hechos.

El hombre caminó en silencio y sigiloso hasta el interior de la vivienda y se encontró con la macabra situación: Fermina muerta y ensangrentada con un trapo de limpieza en la mano, había recibido varias puñaladas, y las abuelas de Fito también sin vida. Josefa tenía marcas de cuchillo en su cuerpo y Delia, una bala en la cabeza. A los pies de su tía, un bolso de compras.

Las investigaciones se basaron en diversas hipótesis. El primer sospechoso fue el marido de Fermina, quien debió probar varias veces su inocencia. También se sembró una sospecha sobre el mismísimo Fito Páez tras una requisa del personal policial quien encontró en el cajón de una mesa de luz un paquete con marihuana, que si bien nunca quedó claro, una pista indicó que fue “plantada” por los investigadores.

“En un momento fui a buscar a la hinchada de Rosario Central para que me ayudaran a encontrar al que las había matado. Yo estaba armado con una 22. Quería ir a buscarlo y vengarme. Una época muy trash”, contó el artista en un perfil hecho por la periodista Leila Guerriero.

Fueron años convulsionados, donde Fito viajó a Tahití con su amigo y asistente Alejandro Avalis a quien no le preguntó si tenía ganas de acompañarlo. Se limitó a comunicarle la fecha de salida. Avalis tampoco dudó a la hora de formar parte de esa travesía al otro lado del mundo. El objetivo principal era intentar salir de todo el círculo de malas noticias.

Fito quería estar en un lugar donde nadie lo reconociera. Donde la noticia de los asesinatos no hubiera llegado. Solo se sentía contenido cuando estaba con sus íntimos o cuando tocaba. Decidió trasladar lo mejor de esos mundos a un ambiente ajeno. Avalis representaba al entorno que lo apoyaba sin cuestionamientos. De la música se iba a encargar él. Algunas ideas musicales eran previas al viaje. Ninguna estaba cerrada o desarrollada. “Ciudad de pobres corazones” era la única canción que estaba lista. A pesar de que el paisaje de la Polinesia y sus personajes parecían sugerir lo contrario, Fito pudo pensar en todo lo que había ocurrido y se inspiró para componer una cantidad de temas que justificaron un nuevo disco.

Walter De Giusti, el asesino que estremeció la Rosario de 1986

Quiénes fueron los asesinos de las abuelas de Fito

Todo indicaba que la causa iba a empantanarse, pero el hallazgo de unas joyas que pertenecían a la familia de Fito llevó a la policía hacia Walter Di Giusti, un joven de 23 años que compartió la escuela secundaria con el músico en el Dante Alighieri y que vivía a pocas cuadras de la casa de Delia y Josefa. En el allanamiento se encontró también un grabador que Páez le había regalado a su abuela.

Di Giusti intentó un camino musical como bajista en una banda de heavy metal, pero no tuvo éxito y trabajaba como plomero, oficio por el que accedió a la residencia de los Páez para realizar algunos trabajos. Un mes después de haber matado a las tres mujeres, ingresó a la Policía de Rosario, y al momento de su detención era agente.

La reconstrucción posterior del hecho determinó que el 7 de noviembre aprovechó la confianza que tenía con la familia del artista para entrar en la casa junto a su hermano menor, Carlos. Además, Di Giusti confesó haber matado a otras dos mujeres -Ángela Cristofanetti de Barroso de 86 años y a su hija adoptiva Noemí-, antes de los crímenes de la calle Balcarce en una residencia de calle Garay.

La justicia declaró culpable del quíntuple asesinato a Walter Di Giusti como autor material de los hechos. Ante el juez Benjamín Ávalos, Di Giusti confesó la autoría de los cinco crímenes. El 24 de agosto de 1987 el juez Ávalos lo condenó a reclusión perpetua en la cárcel de Coronda. Su hermano, Carlos que en ese momento tenía 19 años, estuvo detenido bajo libertad condicional por su participación en el hecho. Todo ese tiempo fue seguido de cerca por la policía de Rosario por considerarlo de carácter peligroso.

Una vez recluido en la cárcel, el asesino fue pasado a retiro obligatorio de la policía: siguió cobrando el 70 por ciento de su salario durante seis años más, hasta noviembre de 1993. Nueve años después de su reclusión perpetua en mayo de 1996, la defensa de Di Giusti pidió que se le fijara pena, y logró que la reclusión perpetua se redujera a 25 años. Luego, en agosto de 1997, requirió una conmutación y obtuvo un beneficio que le bajó la condena a 24 años y 7 meses.

Finalmente, y teniendo en cuenta que en la cárcel había contraído VIH, la defensa solicitó que Di Giusti cumpliera la pena en su casa, ubicada en calle Güemes 2130 de Rosario. Tras un examen médico, los forenses le informaron al juez Lurá que el ex policía estaba prácticamente ciego. Esto fue clave para que el magistrado dispusiera el arresto domiciliario.

fito paez - ciudad de pobres corazones (video original)

Libertad y muerte

En 1998 un vecino del ex juez Benjamín Ábalos le contó a éste que Walter Di Giusti se paseaba por las calles de Rosario y siempre iba a un bar en la esquina noroeste de las calles San Luis y Balcarce. Ábalos consultó con el dueño del bar si era cierto y el propietario le contó que iba todos los días. Incluso dijo que el condenado se jactaba de haber cumplido la pena. También, a pesar de que Di Giusti tenía el beneficio del arresto domiciliario por una supuesta ceguera, varios testigos lo habían visto manejando un automóvil Fiat 600 de color amarillo.

El 19 de mayo de 1998 el Gobierno provincial sacó un decreto exonerando a Di Giusti de la policía y pidió a la fiscalía que lo obligara a devolver todo el dinero cobrado. El miércoles 27 de mayo de ese mismo año se pudo comprobar que este no estaba en su casa de Güemes 2130. El miércoles 3 de junio de 1998 en horas del mediodía, por orden del juez Efraín Lurá, De Giusti fue ingresado en la cárcel de calle Zeballos para cumplir con su condena.  

El magistrado se basó en el informe de una junta médica que dictaminó que el  ex policía estaba compensado y no presentaba complicaciones previsibles tratables. Sin embargo, el lunes 8 de junio Di Giusti se descompensó y fue internado en el hospital Eva Perón de Granadero Baigorria. Dos días después fue derivado al Sanatorio Americano, donde falleció como consecuencia de las complicaciones de su enfermedad el 12 de junio de 1998.