Un violento episodio se registró este viernes por la noche en barrio Candioti, cuando un vecino de una torre ubicada sobre Boulevard Gálvez arrojó al menos 10 bottellas de hielo contra el bar Gente Que No, lleno de gente por un recital de Ceibus y Naim.

Los proyectiles cayeron desde los pisos más altos de las torres vecinas. Entre el público había menores con sus familias. La comunidad cultural y rockera está conmocionada por el acto criminal de los vecinos de barrio Candioti que viven en una de las torres lindantes del comercio.

Un vecino de Candioti atacó con botellas de hielo a clientes de un bar

Cabe destacar que el bar cuenta con la habilitación correspondiente para realizar el evento que generó la brutal reaccion. Afortunadamente no hubo lesiones severas, aunque se pudo constatar que una de las botellas impactó en la mano de una persona.

Repercusión en redes

El cantante Conrado Licheri expresó su descontento.

Pipo Licheri

También habló el cantante Agustín Ferrero.

Del Instagram de ferreroflaco

El trágico antecedente

En octubre de 2016, la rosarina Daiana Travesani tenía 24 y había ido a un bar a ver tocar a una amiga. En medio de la noche, y al salir a fumar un cigarrillo, recibió el impacto de una botella de vidrio que le dió de lleno en el cráneo y le generó una discapacidad de por vida.

La botella, escribió en su libro “Me proclamo disca, me corono renga” había caído “casi en el punto exacto de la mitad de mi cráneo, como una flecha tirada desde lo alto para embocar en tiro al blanco”.

Daiana no se desplomó en el piso. “Se me doblaron apenas las rodillas, me fui hacia adelante y uno de mis amigos me abrazó”, relató a Infobae. Entre dos de ellos la fueron bajando de a poco, mientras el resto apilaba las mochilas y las camperas sobre las baldosas para improvisar una almohada.

La botella estaba ahí, cachada pero no rota, y Daiana todavía les hablaba, por eso nadie terminó de comprender la gravedad. “Hasta que uno de mis amigos sacó la mano con la que me estaba sosteniendo la cabeza y vio que me brotaba sangre”.

Mientras algunos pedían una ambulancia a los gritos, otro de sus amigos trataba de evitar que se durmiera: le hablaba sin parar, le pedía al resto que se abriera, que la dejaran respirar.

Los policías que llegaron vieron que Daiana hablaba y asumieron que no estaba herida de gravedad. No se llevaron la botella ni la resguardaron para buscar luego huellas a través de un peritaje: fueron, de hecho, los amigos de Daiana quienes, aún atravesados por la desesperación, consiguieron una bolsa limpia y la guardaron.

“Esto fue lo que dio inicio a mi propia película de terror, y no digo esto por haber adquirido una discapacidad” -escribió en su libro, que se publicó este año- “sino por el trauma que me generó saber que vivo en la misma ciudad y hasta quizás en el mismo barrio que la persona que me agredió”.

En concreto, tenía fractura y hundimiento de cráneo y el cerebro estaba tan inflamado que había que operarla con urgencia para descomprimirlo. Había hematomas y se había lesionado la duramadre, que es la meninge que está adherida a la pared del cráneo.

“No sabían con qué se iban a encontrar cuando me abrieran, ni cómo iba a salir de la operación. Podía pasar que me muriera, que quedara con muerte cerebral y muchísimas otras cosas’', cuenta ahora, sentada en su cama, y respira profundo. “Lo más fuerte era que yo estaba consciente, por ahí de a ratos me iba, pero estaba consciente de que iba dejando de sentir partes del cuerpo, estaba procesando que quizás me iba a morir”.

Fue en ese momento que les dijeron a sus padres que entraran a saludarla, “básicamente a despedirse”, sigue Daiana, que ahora tiene una prótesis 3D que reemplaza los fragmentos de cráneo que tuvieron que extraerle.