Si a alguien le quedaban dudas de que los salarios constituyen un ancla inflacionaria del programa económico de Javier Milei, el ministro Toto de la Champions se encargó de despejarlas a principios de este mes, cuando aseveró que el gobierno no homologaría la paritaria de Camioneros porque se ubicaba por arriba de la inflación. “No tiene sentido, tiene que tener una lógica”, explicó, mientras se metía La Libertad donde no le da el sol.

Sin embargo, y hete aquí un dato destacable, la semana pasada el acuerdo quedó homologado. Con maquillaje de porcentajes y sumas no remunerativas, ciertamente, pero se ratificó. La Revolución Liberal cedió, más allá de las piruetas discursivas. ¿Se asustó ante el poder del veteranísimo Hugo Moyano? ¿Arrugó ante los sapos y culebras que expide la boca del hijo Pablo?

La explicación, tal vez, haya que encontrarla en la provincia de Santa Fe, más precisamente en el sur, donde se ubican los principales puertos de exportación del complejo oleaginoso. Llegó la cosecha gruesa y con ella los dólares que el malherido Banco Central necesita como el juez a la verdad, ponele. La inconveniencia de un conflicto que paralice ese flujo de divisas en esta coyuntura no requiere de mayores precisiones. Y acá aparece la otra ancla para desacelerar los precios: la cuasi fijación del tipo de cambio. Eso de que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario quedará para el buenazo de Bertie Benegas Lynch.

En este marco, debe observarse con atención lo que ocurra con el poderoso sindicato de aceiteros, que también logró un acuerdo paritario por arriba de los parámetros caputistas. Se firmó hace pocos días, todavía no fue homologado. Las empresas grandes, nacionales y multinacionales, pagarán igual los aumentos, les sobra el cuero. No está claro que lo mismo ocurra con las firmas de menor porte. Qué tensión que hay en el ambiente.

Paralelamente, siguen los tironeos salariales entre los gremios del sector público y el gobierno de Maximiliano Pullaro. Será mes a mes, al menos por un tiempo. Agotador, pero inevitable en un escenario de alta inflación y gran incertidumbre. Con una novedad disruptiva: la implementación de un plus por asistencia perfecta para los docentes.

Vale decir, al respecto, que se veía venir desde lejos. Dejando de lado la discusión sobre el ausentismo y las licencias, hace rato que hay ruidos en el radar con los paros de maestros y profesores. ¿O acaso Sergio Massa no hizo campaña el año pasado con la promesa del presentismo? ¿O no fue la mismísima Cristina Fernández de Kirchner quien lo impulsó (fallidamente) en el lejanísimo 2014?

Con perdón de la autorreferencia, en este mismo espacio se insistió en reiteradas oportunidades con la necesidad de administrar con extrema prudencia la herramienta de la huelga. Se escribió aquí hace un año: “¿Qué impediría en este contexto que un próximo gobierno provincial resuelva adoptar una política de guerra contra el sindicalismo docente porque calcule que tendría plafond en el electorado? La vuelta del presentismo exige sólo la firma de un decreto”.

Pues bien, aquí estamos. Está claro que el “premio a la asistencia perfecta” no tiene la dimensión salvaje del que aplicaba impiadosamente Fernando Bondesío en la era reutemanista. Tampoco sería acertado afirmar que la administración pullarista declaró una conflagración abierta contra los gremios docentes, como sí ocurrió en tiempos del Lole. Pero un aire de familia hay.

En este bello clima, pasado mañana jugará la universidad de la calle. Sindicatos, alumnos y autoridades de todas las casas públicas de altos estudios harán explotar, sin dudas, las arterias de los principales centros urbanos del país. La CGT prometió acompañar, en un prólogo de la movilización del 1 de mayo y el paro general del 9 del mismo mes. Obreros y estudiantes, otra vez unidos y adelante. El León libertario lo hizo.

A propósito de viejas consignas, conviene hacer justicia con una fecha de este mes, un tanto olvidada: 27 de abril de 1979. En esa ocasión, la llamada “Comisión de los 25”, liderada por Saúl Ubaldini, le hizo el primer paro general a la dictadura de Videla, Massera y Agosti, cuando ejercer con lealtad la defensa de los trabajadores y ser la columna vertebral del movimiento popular costaba bastante más que un ataque de trolls en Twitter. Salud, Edolver: que llorar siga siendo un sentimiento y mentir, un pecado.