El Movimiento Evita se prepara a protagonizar su primer proceso electoral en la ciudad de Santa Fe. “Puedo confirmar que tendremos una candidatura al Concejo”, dice Paula Canalis, referenta de la organización y muy posiblemente cabeza de lista de la fórmula en ciernes.

“Necesitamos representación porque es una de las herramientas más importantes para modificar la vida cotidiana de las personas, aunque en este momento no está funcionando así”, agrega sobre las intenciones colectivas de llegar al Recinto deliberante local.

Para ello, la dirigente social apuesta por “capitalizar” el vasto trabajo militante que sostienen desde hace varios años en más de 30 barrios de Santa Fe.

Con eje en los procesos de organización colectiva y de la economía popular, destaca los trabajos que realizan las y los vecinos de muchos barrios santafesinos para hacer frente al abandono estatal, a la inseguridad y a la violencia de género.

“Hay barrios donde el único sistema de recolección de residuos que existe son los trabajadores ambientales”, cuenta sobre las cuadrillas de trabajo que el Movimiento Evita acompaña e impulsa en 11 distritos de la ciudad.

Canalis también reconoce el “incansable” trabajo de quienes sostienen las “cada vez más demandadas” ollas y merenderos populares, así como el trabajo de las promotoras que realizan una primera atención en casos de violencia de género. “Llenamos los vacíos que va dejando el Estado”, postula. 

“En las comisarías muchas veces nos cuestionan nuestro rol, y por eso es tan importante que nos reconozcan”, añade sobre estas labores. También destaca la necesidad de “articular mejor las herramientas provistas por los distintos niveles del Estado” en materia de género.

"El Movimiento Evita presentará una lista propia de concejales"

Desde el Movimiento Evita trabajan en determinados barrios con cuadrillas ambientales: ¿querés contarnos de qué se trata?

Todas las cuadrillas de trabajadores ambientales están conformadas por personas del barrio donde se trabaja. Se trata de una iniciativa que surgió a partir de una demanda del propio barrio, de los vecinos y vecinas que se organizaron para darle soluciones a determinadas problemáticas.

El trabajo es distinto dependiendo de cada barrio. Cada uno tiene su particularidad respecto no solo a la acumulación de residuos, sino a los problemas ambientales en general. En algunos barrios consiguieron eliminar grandes basurales a cielo abierto. También hacen promoción ambiental porque hablan con los vecinos y los comprometen a cuidar sus espacios.

¿O sea que dan respuesta a una problemática que desde el Estado cuesta mitigar? 

—El sistema de recolección de residuos propone la recolección puerta a puerta. Pero en la ciudad no funciona. Hay barrios enteros que ni siquiera tienen veredas o calles. ¿Cómo haces para garantizar la recolección puerta a puerta? No se puede, y ese vacío es el que llenan las cuadrillas.

Por eso hay muchos barrios en los que el camión recolector ni siquiera entra. Santo Domingo es un ejemplo. El único sistema de recolección de residuos que existe son los trabajadores ambientales. Juntan la basura en bolsas y las transportan nueve cuadras en carretilla hasta donde pasa el camión. Pero no hay tampoco una respuesta por parte de la Municipalidad para poner un contenedor, por ejemplo.

—¿Cuántas cuadrillas tienen y cómo trabajan?

Son once cuadrillas de once barrios distintos. Cada una está compuesta por diez trabajadores, aproximadamente. Hacen desmalezamiento, descacharreo después de las lluvias, eliminan microbasurales y otras tareas que no hace el Municipio.

El tema de los microbasurales es grave, porque son residuos que suelen quemarse y afectan al ambiente y a la salud. Por eso buscamos el reconocimiento de estas personas que brindan un servicio muy importante para la comunidad.

—¿En qué sentido?

De las once cuadrillas, solo dos trabajan bajo convenio, y eso que estuvimos un año discutiendo con la Municipalidad. Las herramientas son muy escasas, solo tenemos para trabajos específicos, como barrer la calle. Pero hacen un trabajo mucho más amplio y tienen que organizarse para conseguir las herramientas también. La paga resulta muy poca en relación al esfuerzo.

—Me interesa consultar sobre tu experiencia como promotora territorial en género y diversidad: ¿qué es y qué tareas realizan?

Somos un grupo de personas de la diversidad que nos organizamos para acompañar casos de violencia de género. En mi caso, empecé a militar en género hace muchos años, momento en que me hice consciente de una realidad que comencé a ver en todos lados. Intenté no ignorarlas y de pronto me encontré acompañando varios casos sin saber mucho cómo proceder.

Por eso decidimos organizarnos con otras compañeras que realizaban la misma labor. Armamos recurseros para ver dónde convenía ir y dónde no, y nos fuimos metiendo de forma cada vez más profunda en la realidad de muchos barrios populares donde la realidad es compleja.

También comprendimos que la violencia de género se sufre principalmente dentro de la casa. Por eso no nos vamos a encontrar con esas mujeres en una marcha o en actividades feministas. Suelen recurrir a las instituciones de su barrio, que muchas veces son los comedores y los merenderos populares. Las compañeras me llaman constantemente para contarme de nuevos casos que van apareciendo.

Realizamos charlas de concientización en cada barrio, donde también aprendemos mucho. Siempre tratamos de ser claras en que las herramientas a disposición suelen ser pocas y no siempre eficaces.

Pese a los avances institucionales en materia de género, ¿sigue siendo una problemática igual de compleja a la de hace cinco o diez años?

—Sí, y en este punto se puede hacer un paralelismo con las cuadrillas de trabajo, porque también las promotoras en género realizamos un trabajo no reconocido.

No reemplazamos el trabajo de ningún área ministerial, sino que llenamos un vacío. Esto porque desde que una persona decide realizar una denuncia, hasta que llega al Área de la Mujer, se requiere de mucho sacrificio y de herramientas que no siempre se conocen o están al alcance de todas.

—¿Y una vez que se llega?

Es cierto que hay más instituciones y lugares a dónde acudir. Celebramos y es un logro de la lucha transfeminista el que haya tantos lugares a los que recurrir, pero también falta mucho para que puedan articular entre ellos y no funcionar como cosa separada. Como promotoras contamos con equipos de profesionales que nos ahorran un montón de pasos, pero hacer una denuncia sola suele ser un problema.

Por eso nuestro trabajo es el de aceitar procesos. A las personas que acompañamos les ahorramos muchos trámites. También vemos mucha revictimización, porque quien quiere denunciar debe atravesar tres lugares, y en los tres les piden que les cuenten detalladamente lo sufrido.

En las comisarías muchas veces nos cuestionan nuestro rol, y por eso es tan importante que se nos reconozca.

—¿La inflación viene siendo un problema para los comedores y merenderos del Movimiento Evita?¿En qué lo notan?

Actualmente estamos trabajando en más de 30 barrios. Y en aquellos comedores donde el año pasado acudían 100 familias, hoy están yendo unas 600, siempre hablando en promedio. Las compañeras hacen malabares para sostener los espacios. Son ellas quienes se encargan de gestionar recursos y conocen de primera mano cada problemática que se presenta.

—¿La crisis modificó el esquema de la economía popular?¿Cómo lo ves al sector?

El trabajo de la economía popular está creciendo cada vez más porque las personas necesitan salir a trabajar por su cuenta. No nos gusta llamarlos trabajadores "en negro” porque son personas que se la rebuscan día a día. Gente que trabaja y queremos visibilizarlos y dignificarlos, porque merecen tener derechos laborales.

Las mujeres que se organizan en comedores y merenderos también son trabajadoras. Después contamos con varias unidades productivas de panadería, de carpintería, textil, de peluquería… En barrio San Lorenzo estamos levantando un centro socio-comunitario donde va a funcionar el comedor y merendero, pero agregando servicios de peluquería, electricidad, además de talleres.

—¿Ven al Municipio y Concejo cercanos a la realidad santafesina?

Los vemos bastante alejados de la realidad. Por eso nos interesa presentar una lista para concejales, que todavía no sabemos quién la encabezará. Necesitamos tener una representación porque el Concejo es una de las herramientas más importantes para modificar la vida cotidiana de las personas, aunque en este momento no está funcionando así.

Como organización social nos cuesta mucho la política tradicional, por eso nuestro objetivo es traducir lo que hacemos en el territorio en propuestas que puedan convertirse en proyectos de ley. Hoy no veo que haya una respuesta a lo que las y los santafesinos necesitan.

—¿Qué necesitan?

—Poder caminar por la calle tranquilos, tener sistemas de transporte que funcionen bien, poder vivir en una ciudad limpia… y ni siquiera estoy hablando de la periferia. Sucede en toda la ciudad.

—¿Qué opinión tienen sobre la “crisis de seguridad” que atraviesa la ciudad? 

Nos pone en un lugar incómodo porque suele haber miradas muy punitivistas en torno al tema. Pero en los barrios populares se dan también los mismos hechos. A ellos se le agregan otros problemas más complejos como los tiroteos por la alta circulación de armas de fuego.

Es un peligro caminar por la calle, en toda la ciudad. Antes se decía que ser del mismo barrio te daba cierta inmunidad, que no te iban a tocar. Eso ya no sucede.

—¿Y sobre el debate de cuidacoches?

Con el tema de cuidacoches ocurre algo similar. Nosotros trabajamos junto a muchos que desean mejorar su situación laboral. Elaboramos distintas estrategias para humanizarles la labor, como el conseguirles pinitos perfumados para entregar a los clientes.

Es importante señalar que tienen buena conducta y aportan a la seguridad. Los trabajadores que salen de madrugada se sienten respaldados y cuidados por los trapitos.

—También acompañan a los trabajadores maleteros, ¿cómo viene esa lucha?

Pudieron conformarse como cooperativa y lograron una Ordenanza del Concejo, que no es la ideal pero que a la vez significó un avance. Le dan el 20 por ciento de lo que se le cobra a las empresas de colectivo para utilizar las plataformas de la Terminal. Ese monto deben dividirlo entre todos, lo que les hace un promedio de entre siete u ocho mil pesos mensuales. A eso le agregan la propina.

—¿Cómo resumirías el momento presente del Movimiento Evita en Santa Fe?

Trabajamos constantemente por los derechos de las y los trabajadores de la economía popular, y nos interesa seguir sumando en ese sentido. También tenemos construcción en Monte Vera, Recreo, Laguna Paiva, Rincón y Santo Tomé.