En medio de la enésima gira artística del autopercibido Profeta de la Revolución Liberal, el país olvidado por Dios que preside vivió otra semana tumultuosa. En el variadito menú de los últimos siete días figuró un ruidoso cambio en la cúpula del gobierno, un insólito corte de gas y esforzadísimos dictámenes en el Senado de la Nación de la Ley Bases y el paquete fiscal, entre otros platos sabrosos.

En este último punto se lleva una primera victoria el nuevo jefe de Gabinete, Guillermo Francos, una suerte de embajador ante la casta que es más casta que la casta misma, valgan las múltiples redundancias. Fue él, centralmente, quien negoció y cedió varias reformas al proyecto oficial para conseguir el cúmulo de firmas exigido por el reglamento parlamentario.

Aún mayor es su triunfo si se observa que los cambios incorporados no modifican de manera determinante las aristas más dañinas de la iniciativa. Vaya un ejemplo ya utilizado parcialmente en ediciones anteriores de este boletín. La senadora santafesina Carolina Losada, quien avisó a viva voz que acompañará la propuesta libertaria, estará votando una rebaja del impuesto a los Bienes Personales que le permitirá a ella misma pagar menos tributos por su casona en el country de Nordelta o por su departamento en Barrio Norte en Capital Federal o por donde sea que vive en la actualidad. En paralelo, una multitud de paparulos entre los que se encuentra quien suscribe verán triplicado el costo de su monotributo. Verdadera postal, al fin y al cabo, del programa económico del profeta presidente y el Toto de la Champions.

Otro caso paradigmático es la permanencia, con leves correcciones, del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones. Ese plan, redactado a cara descubierta por los estudios jurídicos de las multinacionales, pretende impulsar la llegada de capitales extranjeros para motorizar el petróleo, el gas y la minería. Entre una muchedumbre de beneficios escandalosos, se abandona por completo la idea del autoabastecimiento. Dicho en criollo: si por cualquier razón el país tiene problemas internos de energía, a las empresas les va a importar tres pepinos y seguirán explotando los recursos naturales argentinos para su exclusiva ganancia. Suena panfletario, pues no: es estremecedoramente cierto.

Es puro cine que el dictamen de este proyecto se logre en la misma semana que ocurrió un estrambótico y lesivo corte de gas por los innumerables disparates ejecutados con la política energética. No sorprende, en definitiva, si se recuerda que el primer –y fallido- ministro de Infraestructura de la Revolución Liberal, Guillermo Ferraro, aseguró alegremente antes de asumir: “Cuando hago un gasoducto por ejemplo con el presupuesto nacional ni ustedes, ni yo, ni nadie que pagamos impuestos usamos ese gasoducto”. Habría que preguntarle a un centenar de grandes industrias con asiento en la provincia de Santa Fe cómo les fue en estos días con esa simpática hipótesis.

Ahora bien, se reincidirá aquí con una pregunta clásica: ¿qué pensaron que podía pasar cuando hicieron presidente a un señor que en campaña revoleaba una motosierra? A ese interrogante retórico se le agregará un desafío mayúsculo para la imaginación humana: ¿qué habrá pensado que pasaría el señor de la motosierra cuando decidió aplicarla alegremente sobre la obra pública, en este caso para la provisión de gas?

Semejante sobregiro ideológico tuvo el acompañamiento nada desdeñable de una incompetencia en la gestión a escala inédita, como también se verificó impúdicamente con el escandalete de los alimentos a punto de vencer. Esa ausencia redonda de capacidad para administrar el Estado fue una de las razones que activó la guillotina sobre Nicolás Posse, según trascendió en los medios. Además, claro, de versiones sobre turbiedades para todo gusto, incluido espionaje y corrupción, ventiladas desde la mismísima Casa Rosada. Spoiler alert: en un futuro no muy lejano se empezará a tomar dimensión de la magnitud del pillaje y la rapiña que imperan hoy.

Por si faltaba algo, se anunció que vuelve formalmente a las primeras ligas Federico Arnold Sturzenegger. Hasta la vista, baby.