Por Gustavo Castro

No conlleva (tanto) riesgo afirmar que la política y la magia ofrecen ciertas intersecciones en algunos de sus rasgos más salientes. Que no panda el cúnico, calmaría el Chapulín Colorado: no se hablará aquí de ciencias ocultas, aunque es cierto que nunca faltan. Es que ambos oficios prestan un servicio combinado de realidad e ilusión. El conejo y la galera existen, el truco es cómo uno ingresó en el otro.

Marcelo Lewandowski y Silvina Frana, un binomio de potencia no despreciable en los dos grandes aglomerados urbanos de la provincia, saben bien que su carrera electoral tiene como meta el 10 de septiembre. Las PASO que deberán enfrentar en julio, a priori, no traen consigo obstáculos inabordables. Por ahora, intentan transitar el angosto sendero de recolección de apoyos sin encorsetarse. Se verá su efectividad en breve. Pero sí, con seguridad, en el tramo general deberán ponerse el traje de prestidigitadores para llegar competitivos. La realidad pura y dura regala escasas fantasías.

Algo parecido le toca a Omar Perotti. En los pasillos de la Casa Gris circula un cálculo que ubica a la lista que él encabeza en el orden de los 350 a 365 mil votos, tomando como parámetro las primarias 2019 y 2021, aún con desgaste incluido. Eso supone un piso de 21 precandidatos a diputados en la nómina para la elección general. Sus competidores internos dirán que es una exageración, pero en cualquier caso deberán hacer uso de hechizos varios para rasguñarle unos lugares más, amén de las maldiciones que se lanzarán, a viva voz o sotto voce, entre ellos y ellas. Más tarde será otro cuento, con un final que lejos está de haber sido escrito.

Sergio Massa, tal vez la figura nacional con mayor predicamento en el acuerdo final entre Lewandowski y el actual gobernador, es un experto en ilusionismo. Desde su llegada al ministerio de Economía no paró de lanzar conjuros, algunos de los más insólitos, para evitar que el escenario donde despliega su arte se caiga con teatro y todo. ¡Abracadabra, pata de cabra!; ¡Expecto patronum!; ¡Beetlejuice, Beetlejuice, Beetlejuice! Y más. La sequía le ahogó, valga la paradoja, un racimo de hechizos que prometían ser efectivos, al menos en su mirada. Le queda, tal vez, una última presentación antes del abucheo definitivo: ¿se prestarán el FMI y el BRICS, ambos a la vez, a ser sus asistentes de mago? El misterio se debería develar antes del 14 de junio, cuando el Indec difunda el Índice de Precios al Consumidor y su ansiada candidatura presidencial se convierta en calabaza.

Finalmente, Cristina. Alquimista ella, a diferencia de La Hechicera Juliana. Su carta “A los compañeros y las compañeras” terminó de sepultar la posibilidad de ganar la tercera, soñada tanto emotiva como racionalmente por su base electoral. Pero también por un puñado no desdeñable de dirigentes que pretendían ser arrastrados por su fuerza de gravedad hacia un despacho confortable, aún a costa de su sacrificio personal.

En la entrevista posterior con Pablo Duggan en C5N lo ratificó. Dejó una observación clave: se viene una elección de tercios y, en ese contexto, importa más el piso electoral que el techo. Nadie como ella, en ese aspecto. Pero, comprensión de texto mediante, no podrá ser. Así las cosas, debería ser alguien lo más parecido posible a ella. O sea, un puro. O una pura.

El interrogante que queda abierto entonces es si, más allá de su renunciamiento o proscripción, todavía le queda un truco. Si aún hay un conejo de los tantos que sacó de su galera, para júbilo de sus simpatizantes y horror de sus enemigos.

Si hasta ahora no fue magia, como siempre se preocupó por subrayar, quizás haya llegado el momento –o la necesidad- de que sí lo sea.