El segundo debate presidencial en la Facultad de Derecho de la UBA  fue más interesante y picante porque lograron adaptarse al formato y porque para muchos era la última bala. Si bien no hubo un ganador unánime, Patricia Bullrich mejoró tomando la ofensiva, Massa se mostró sólido e indemne, mientras que Javier Milei hizo agua en gran parte del encuentro. 

Bullrich se planteó limpiar la imagen que había dejado en el primer debate, la de una candidata debilitada que no podía articular ideas económicas. Ahora hubo plan y cumplimiento del mismo. Afiló el cuchillo y buscó golpes todo el tiempo con un tono elevado. Por más que sigue sin aceite en la construcción de las oraciones, logró más efecto apuntando contra Massa como contra Milei. 

Fue una buena perfomance para la candidata de Juntos por el cambio pero no como para colocarla en un segundo lugar que la habilite a participar del ballotage. De hecho, cuando le pegaba al kirchnerismo pareciera que le quitaba más a Milei, con quien tiene electorado cruzado, que al propio Massa. “Cuándo van a dejar de afanar Massa?”, le preguntó estirando lejos los ataques. "Ser vulgar no te va a hacer más popular de cara a la elección ni cambiar la mala perfomance electoral, le respondió".

El ministro volvió a zafar de un golpe letal en temas económicos. Si bien se le recriminó la situación actual mucho más que en el primer debate, no acusó recibo y más que una rayadura no sintió. El candidato de Unión por la Patria (UxP) se mostró con las ideas y el discurso ordenado, con golpes de efecto picantes, y con la idea de proyectar para adelante. Claro,  este escenario no le conviene mostrar el presente.

El ministro enfocó en los trabajadores en general, en propuestas de desarrollo y puntualizó en las mujeres con la propuesta de igual remuneración para combatir el techo de cristal. Sin embargo, se sobregiró y sobreactuó la defensa a las mujeres luego del ninguneo de Milei  Myriam Bregman. Rápidamente desarticulado por Bullrich: “Massa, las mujeres no necesitamos que vos nos defiendas”. Se regaló.

Milei estuvo pálido, sin astucia, arrastrado por el impulso de explicar todo de una manera compleja, con nombres que nadie maneja y leyendo. Incluso perdió a manos de la candidata de Juntos por el cambio el nivel de agresión e indignación. Como si fuera a pasar el tiempo sin demasiadas aspiraciones. Quizás sepa que ya tiene un techo consolidado. Hubo una sugerente línea con el cordobés Juan Schiaretti que se leyó en el massismo como un arreglo.

De hecho, en su cierre el gobernador cordobés apeló a cuestionar a la grieta del kirchnerismo y el macrismo, salvando al libertario que en sus últimas palabras volvió a repetir lo mismo de siempre dejando sensación de vacío. En su cierre, Bullrich bajó todo lo que había subido, porque leyó, sin fuerzas, sin ganas, como para cumplir, quizás porque creyó que ya había hecho lo suficiente.

 Myriam Bregman de la izquierda también apeló al viejo manual sin una novedad. Mientras que Massa, apelado al libreto, pero con la clara intención de ser épico, dijo jugarse la vida en ese último minuto. Fue el que mejor lo usó.