Los impactantes resultados de las PASO de este domingo 13 de agosto expusieron nuevamente con toda crudeza el pésimo humor social y ratificaron la condición de killer del electorado argentino, que ejecuta sin piedad a quienes no cumplen con los compromisos contraídos con anterioridad.

Ya fue dicho con anterioridad aquí y en otros tantísimos lugares. El gobierno del Frente de Todos duplicó la inflación de su antecesor cambiemita, que a la vez había hecho lo propio respecto de 2015. Las jubilaciones, los salarios, los ingresos populares en general vienen desbarrancando con prisa y casi sin pausa desde hace 8 años. La calidad de vida de las mayorías no hizo otra cosa que deteriorarse más y más. La pregunta entonces no es por qué ganó Javier Milei sino cuál sería el motivo para que ocurra lo contrario.

Son curiosas las acusaciones sobre la irracionalidad del voto al león libertario, como si el sufragio fuera emitido por autómatas y no por personas de carne y hueso que se expresan con la cabeza, el corazón, el bolsillo y las tripas. Pero además, ese argumento esquiva un dato que es obvio pero que a la vez no parece serlo: ¿por qué sería más racional elegir a los elencos estelares de la política que protagonizaron sendos estentóreos fracasos en sus respectivos gobiernos?

Da pesar de todo lo antedicho, las dos grandes coaliciones que hegemonizaron el sistema democrático argentino en el siglo XXI aún siguen competitivas. Hay menos de 3 puntos de diferencia entre el ganador, La Libertad Avanza, y el tercero del podio, Unión por la Patria (que todavía espera el escrutinio definitivo para saber si no es segundo).

Esto es posible porque se concretó, finalmente, el famoso escenario de tercios que algunos pronosticaban. Incluida Cristina Fernández de Kirchner, quien no sólo vio venir esta nueva configuración política sino que también la alentó, a sabiendas de que era el único modo de que el peronismo se mantuviera con alguna chance. No le erró.

Eso le permitió, también, sostener su bastión: la gigantesca provincia de Buenos Aires. Especialmente en el conurbano, donde los dirigentes de su espacio resultaron victoriosos, empezando por el gobernador Axel Kicillof y siguiendo por varios intendentes o postulantes a serlo. Una suerte de Kamchatka.

A nivel nacional, al peronismo ahora se le abre una oportunidad. La posibilidad cierta de un ballotage entre Milei y Patricia Bullrich genera pavor en una franja no menor de la sociedad, incluidos votantes de otras fuerzas políticas. Ese espanto que provoca ver el abismo tan cerca puede, eventualmente, ser un potencial de crecimiento, aún en medio de la catástrofe económica.

La candidata cambiemita, por el contrario, deberá reinventarse rápidamente para evitar migraciones internas. Es aventurado afirmar que el techo de JxC son los 28 puntos y chirolas obtenido este domingo, pero a la vez hay que señalar que dentro de esa coalición estaba la única disputa intestina atractiva, con la movilización de recursos que ello supone. Además, la gran performance de Milei le obtura un ascenso electoral por derecha.

El libertario, por su parte, queda embellecido por su conmocionante caudal electoral. No sería extraño que crezca en volumen y pesque en diversas peceras, tanto peronistas como macristas. Y en la gente que no votó y sí lo hará en octubre, por qué no.

La ciudadanía argentina, con su voto, repartió beneficios y castigos. Pero dejó abierto un final que todavía no escrito. El día después de mañana todavía no llegó.