La semana que acaba de terminar, la primera inmediatamente posterior al cierre de listas nacionales, tuvo la particularidad de que el epicentro de la política argentina, Cristina Fernández de Kirchner, contó con pelos y señales las negociaciones que derivaron en la conformación del binomio Sergio Massa-Agustín Rossi. Esa crónica triple X incluyó un respaldo evidente pero con reservas para el ministro de Economía, en paralelo a una reivindicación explícita de Wado de Pedro, el candidato oficial que no fue. También hubo un saludo para el postulante a vice, el Chivo santafesino, quien antes de aceptar la propuesta de Alberto ya había comenzado a transitar el camino de retorno a casa vía Máximo K. Por si fuera poco, hubo devastadoras consideraciones sobre el presidente por haber agitado la bandera de la “democratización del peronismo” para canjearla por dos lugares en las listas. Y no te hagas más el gil que el defecto te nombra.

Ya que se lo mencionó aquí, la evolución del sagaz tigrense podría ser considerada una rareza si se creyera que la historia es lineal. Pasó del liberalismo máxima pureza a la bendición cristinista, con múltiples escalas en innumerables estaciones. Ahora tiene además la responsabilidad de la renegociación con el FMI con el objetivo final, según sus propias palabras de los últimos días, de pagarle para que no vuelva más. Porque algún día se va a abrir esta trampa mortal pero hasta entonces llevarás en tu cara una sombra.

En paralelo, la virulenta interna de Juntos por el Cambio alterna acusaciones cruzadas en la risueña división de halcones y palomas con una competencia feroz por ver quién promete con más énfasis el exterminio de la fuerza política que representa, con sus más y sus menos, a alrededor de un tercio del país. “Vamos a terminar con el kirchnerismo para siempre”, disparó Horacio Rodríguez Larreta. “La Argentina planera, piquetera y populista se acaba en diciembre con Patricia Bullrich”, gatilló Luis Petri. Todo apenas en las jornadas recientes. Ofende que todo esté tan mal.

A propósito de la precandidata presidencial de origen montonero, esta semana que pasó hizo un acting filmado en el que abraza tiernamente a una apichonada Carolina Losada y la alienta a jugársela toda, además de caracterizarla como una heroína. Salta a la vista que la meta publicitaria es colgar a la conductora televisiva del amplio predicamento que tiene la ex Piba por su discurso guerrerista, especialmente en Rosario. Y a la vez -luego de un par de semanas de pax armada- la celebrity televisiva continúa con su implacable despliegue de bombardeo fratricida contra su contrincante interno Maximiliano Pullaro, cuyo legajo ciertamente no lo ayuda. Eso sí, con slogan apolítico: que gane el sentido común. No presumas más de ser un humano normal.

A todo esto, siguen transcurriendo las elecciones provinciales con victorias oficialistas. El domingo pasado fue el caso de Córdoba, con un peronismo extremadamente singular pero efectivo en las urnas. El derrotado Luis Juez, allá lejos y hace tiempo cultor de la transversalidad kirchnerista, denunció compra de votos con drogas y fraude electoral, todo ello en medio de un recuento provisorio plagado de flaquezas. Lo revelador del episodio es que ocurrió en una provincia que, como Santa Fe, adoptó hace rato el sistema de Boleta Única de Papel, supuestamente la madre de las soluciones de la democracia argenta. Aunque te arregles las gomas, nena, seguirás siendo rara.

Y más colorido resultó el contraste con la arrolladora victoria de Gildo Insfrán, el villano favorito de las ONGs republicanas. Pese a ello, el Pablo Javkin no perdió la oportunidad de subir un tuit con una foto de un cuarto oscuro de la provincia norteña: “Formosa, Ley de Lemas. Así era en Santa Fe hasta que impulsamos la Boleta Única. Menos mal”. Se le olvidó al intendente rosarino que el sistema predilecto de Carlos Reutemann dejó de existir en 2004 y su engendro se aprobó recién en 2010. Bailan la danza de la intelligentzia.

Una fake news, en definitiva, la de Javkin. Como las que acostumbra a vomitar un conductor televisivo que utiliza su pronunciada calvicie como elemento identitario. Justo es decirlo, no es culpa suya que la pelada no haga juego en su cara. Al igual que lo hace con sus insultantes consideraciones políticas, propaló en estos días una noticia falsa sobre la salud de Charly García. Desconfiamos de su cara de informado y de su instinto de supervivencia. Y no le erramos.

Que se banque ese defecto.