Gustavo Schnidrig

El mundo quedó patas para arriba en materia agropecuaria. A los sacudones de la pandemia y de la guerra en Ucrania se le añadió una sequía imprevista, por lo que se dieron vuelta algunos de los pronósticos más importantes del sector, incluido el desbarajuste de los precios.

Resulta particular notar la inversión registrada en los números arrojados por la soja y el trigo durante las últimas dos temporadas. En agosto de 2021, concretamente, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) estimaba que en el 21/22 "la siembra de soja caería 500.000 hectáreas" en relación a la campaña pasada, continuando con la tendencia a la baja iniciada dos períodos antes, augurio que se cumplió al revés: se terminaron sembrando 4,95 millones de hectáreas, es decir, 500 mil más. En paralelo, el trigo pasó de "superar todas las expectativas" en la 21/22 a enfrentar el peor escenario de siembra de los últimos 12 años para la campaña venidera.

Tal contraste se explica —según la propia BCR— a los vaivenes comerciales generados por la crisis nacional e internacional, pero puntualmente al efecto de las sequías de "las Tres Niñas" que afectaron (y afectan) a la región húmeda de nuestro país: "La mayoría de los lotes que no pudieron implantarse (con trigo), afirman que se destinarán a soja de primera", apuntó la entidad sobre el comportamiento de los productores con capacidad de mitigar el impacto.

Superficie sembrada de soja (2008-2022)

La previsión es compartida por el gobierno provincial, donde reconocen que la falta de lluvias "retrasó la superficie sembrada esta campaña", pero observando, en paralelo, a un sector "que atraviesa un momento muy activo" y en el marco de un desarrollo de la actividad "bastante normal". "Es un sector que invierte y apuesta en la toma de financiamiento para la compra de capital de trabajo", comentó la secretaria de Agroalimentos María Eugenia Carrizo.

Sin embargo Pablo Benetti, referente de la Federación Nacional Campesina en Entre Ríos, añade como punto de debate que, además de una estrategia para frenar los efectos de la sequía, los cambios del trigo por la soja se explican además en "cierta tendencia especulativa" de quienes desean aprovechar la suba récord de los precios internacionales.

La mejora en los valores de la soja suele traer aparejada una tendencia a sembrar menos trigo, pese a que también cuentan con buenos precios, para llegar con mejor resto de cara a la cosecha gruesa—, explica este ingeniero agrónomo que además se desempeña como técnico en la Secretaría de Agricultura Familiar Campesina e Indígena de la vecina provincia.

"El trigo es el antecesor a la soja de segunda, por lo general, dado que la soja de primera se siembra luego de un barbecho o sobre tierra que se mantuvo sin cultivos hasta la primavera. La soja rinde mucho más así que cultivada sobre el trigo —a la que se conoce como 'soja de segunda'—, porque el trigo le quita mayores nutrientes y agua al suelo. Tiene más contras que beneficios hacer una soja de segunda, digamos", explica Benetti.

En igual sentido Pablo Paillole, titular santafesino de la Federación Agraria, señala que las variaciones entre el trigo y la soja se justifican en cierta especulación "de quienes obtuvieron un resto gracias a la mejora en los precios internacionales".

Los terratenientes y pooles de siembra la están pasando bien porque recibieron una renta inesperada por el aumento de los commodities a nivel global—, señala en referencia a que, desde agosto de 2020, los precios de la soja vienen navegando sobre valores superiores a los 320 dólares por tonelada promedio registrados hasta abril de 2018, mes en que inició una racha a la baja que se extendió hasta el inicio de la extraordinaria crecida vigente.

Precios soja (evolución)

—La distribución de la siembra se da más por cuestiones de humedad que por una supuesta falta de incentivo para sembrar. El trigo es un elemento importante dentro de la rotación de los cultivos, y el productor que quiere sembrarlo lo hace más allá del contexto político; hoy la limitante más grande está vinculada a la cuestión climática—, evalúa en cambio María Eugenia Carrizo.

Según la funcionaria, "el sector no va a liquidar en función de tal o cual especulación financiera, sino pensando en saldar una deuda o en comprar insumos para producir".

Cómo impacta en cada sector

Como se observa en el gráfico precedente, la guerra en Ucrania (que inició el 20 de febrero) provocó tal disparada en los valores de los cereales y las oleaginosas que, para fines de marzo y en el caso de la soja, llegó a superar los 500 dólares por tonelada. ¿Eso es mucho? Sí, si se lo compara con los promedios históricos de entre 250 y 300 dólares registrados entre 2007 y 2018.

En la actualidad y desde hace más de un mes, los valores oscilan entre los 360 y los 460 dólares por tonelada, cifra menor pero aún por encima de aquellos registros que, hasta la pandemia, se mantenían como una constante. ¿Sigue siendo mucho? No tanto para la BCR, que recientemente emitió su preocupación ante las actuales "tendencias bajistas".

Paillole en cambio afirma "no recordar otro momento donde determinados sectores del agro hayan tenido semejante rentabilidad, porque el alza de los precios internacionales favorece a quienes manejan una escala mediana-grande como los pooles de siembra, que la están pasando muy bien".

—Los obreros rurales, en cambio, la están pasando mal porque son víctimas de la inflación, cobran en pesos y sus salarios se evaporan, además de que muchos están en negro. Luego están los pequeños productores, que tampoco la pasan bien porque están corridos por la concentración de la producción y están jaqueados por los pooles de siembra y los alquileres que pagan—, agrega tras plantear "la necesidad de estratificar el sector".

Es una lectura general que se condice con lo relevado por el Gobierno santafesino: "Quienes más necesitaron de nuestros créditos fueron los pequeños productores, porque necesitaron de un mayor impulso en su capital para lograr la siembra de nuevas pasturas en el sector del trigo, o en el norte de la provincia con la mejora de la infraestructura rural", cuenta Carrizo.

Mientras tanto, los cinco principales complejos agroindustriales cerraron un semestre récord en materia de exportación, con más de 53 millones de toneladas liquidadas, valores que, en lo ateniente a dólares generados, "se encuentran un 13% en términos reales por encima de los máximos de exportaciones del año 2013, y casi un 12% por encima del año pasado", según explicó un informe de la propia BCR"Este récord no es sólo el primer semestre de mayores exportaciones, sino que es en sí el semestre de mayor tonelaje exportado de estos productos agroindustriales de la historia", agrega.

Exportaciones totales (2002-2022)

Lo curioso es, una vez más, el desagregado y la comparación entre los datos aportados por la soja y los demás cultivos. Se observan subas en las las exportaciones del maíz (+6%) y del girasol (+15%), y se destaca el rendimiento de los cultivos de granos finos (el trigo y la cebada crecieron un 65% y 40%, respectivamente). Todas subas que, en definitiva, compensaron "parte de la merma del 16% en exportaciones del complejo soja". Es decir, otra significativa inversión entre los valores de la soja y de los demás cultivos que Paillole y Benetti señalaron, en parte, como medidas especulativas no ya del sector agro sino del exportador.

"Por eso planteamos la necesidad de estatizar el mercado —agrega Benetti—. En la Argentina tuvimos la experiencia del Iapi, que posibilitó al Estado regular la venta de los granos y acceder directamente a los dólares tan necesarios. Hasta que esto no suceda, los grandes beneficiarios con las subidas de los commodities seguirán siendo los grandes exportadores."

Mientras tanto y de cara al futuro inmediato, Carrizo observa que "el productor en realidad está un poco ajeno a la cuestión política y termina rindiendo su cosecha en función de sus necesidades productivas". "Hay un sector activo, que invierte y sigue arriesgando y produciendo en la provincia. No veo parate para nada", completa la funcionaria de Omar Perotti.