Por Leo Ricciardino

El banderazo del fin de semana contra el gobierno dejó en claro que por ahora la bronca no se extendió más allá de los rabiosos sectores antiperonistas que fustigaron al presidente Alberto Fernández durante la gestión de la pandemia. Es decir, no preocupan los “Brandoni y sus flota-flota”, como tampoco los ocho que cacerolearon en la Quinta de Olivos al grito de “volvete a Cuba” durante el anuncio de que Silvina Batakis era la nueva ministra de Economía. Es obvio que esta situación no es para relajarse totalmente pero sí para dar una dimensión certera de la crisis. 

También apunta a que Martín Guzmán, si bien fue un ministro importante para el gobierno, no tuvo nunca la gravitación de un Domingo Cavallo que supo generar dependencias más profundas y una imagen de garante para la sociedad argentina antes de que todo se desplome en 2001. Por el contrario, Guzmán es más importante renunciado para asentar sobre sus restos el relato de la unidad entre el Presidente y Cristina Kirchner. Tal como se escribió aquí la semana pasada, el ministro de Economía se fue más por la tensión política que por las críticas variables económicas que todos esperaban que el experto de Columbia pudiera mejorar.

En las últimas horas los expertos de distintas vertientes económicas descartaron de plano el riesgo de una hiperinflación, aunque indicaron que como con la cotización del dólar, el piso que se encontró será alto. En distintos informes recordaron el proceso acelerado de mayo a junio de 1989 durante el gobierno de Raúl Alfonsín. En esos alocados años donde la democracia aún trataba de asentarse en febrero la inflación fue del 9,6%, en marzo de ese mismo año trepó al 17%, para llegar a 33,4% en abril, al 78,5% en mayo y dar tres dígitos en junio con el 114,5%. Esas condiciones, felizmente, no están dadas cuando la suba de precios de estos meses oscila entre el 5 y el 7%.

La crisis política no encuentra cauce en las calles y la económica mantiene el control en las sacudidas cotidianas contra las reservas del Banco Central que son asediadas pero resisten. Hoy el problema está identificado y se intenta controlar. Los factores externos como la deuda con el Fondo Monetario Internacional y la guerra en Ucrania siguen teniendo el peso más importante en todo este conflicto. Por supuesto, el nuevo fenómeno de trabajadores pobres que no llegan con sus sueldos a fin de mes, le pone dramatismo al proceso e interroga de manera directa al peronismo en su metié histórico y tensiona los intereses de su sujeto político dominante.

No hay nada para festejar y a este ritmo el oficialismo no se encuentra en condiciones de afrontar una elección y ganarla. Pero la oposición tampoco tiene todas las cartas favorables en sus manos desde el momento en que vastos sectores saben que parte de lo que está sucediendo hoy se debe a decisiones que se tomaron en la anterior administración.

El economista Andrés Asiain que siempre tiene una voz frontal para decir la cosas aseguró el fin de semana que hay que dejar de celebrar “el reencuentro entre Alberto y Cristina” que si bien apunta como importante, lo subordina a los intereses cotidianos de la gente. “Si la situación no se acomoda a nadie le importará cómo se lleven el presidente y su vice”, aseguró el director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Raúl Scalabrini Ortíz (CESO).